Una boda tradicional en la Mixteca de la Costa de Oaxaca, México.

Francisco ZIGA

Huaxpaltepec, Oaxaca.

Diciembre 2004.

Cuando uno supone que hay cosas que han quedado enterradas en el polvo de la desmemoria, ocurren situaciones que resucitan lo acontecido, en un “pasado” que no muere por completo, sino que se reitera de diversas maneras. El salvamento de algunas costumbres antiguas forma parte de esa preocupación por evitar la pérdida de las prácticas culturales que van quedando abandonadas por la adopción de nuevas tradiciones exógenas. Esto sucedió en la boda tradicional efectuada el 17 de diciembre, en San Andrés Huaxpaltepec, en el corazón de la Mixteca de la Costa, en la boda de Juana y Venancio.

La novia, como se estila comunmente, salió de su casa, pero ataviada con un huipil de diseño antiguo, un pozahuanco (enredo) confeccionado con hilos teñidos de grana cochinilla y con caracol púrpura pansa tal y como lo requiere la tradición antigua. Sus padres, padrinos y familiares acompañan a la novia, quien cubre su rostro con un velo blanco. La orquesta va brindando un ambiente de alegría al conjunto, donde destacan también los tonos azules y púrpura de los pozahuancos de las mixtecas. El novio, con la indumentaria tradicional -porta un cotón y calzón de manta y calza huaraches- espera a la novia en la puerta del santuario de Tata Chú, el Cristo negro de Huaxpaltepec. Después de la misa el contingente se dirige a la casa del novio: al frente la música, enseguida los novios y en cortejo mas cercano, los padres, padrinos de bautizo y de boda y al final los invitados.

El sitio de la fiesta es un escenario que ha costado varios días preparar. Consiste en una ramada de palos con techo de palma recién cortada, en forma cuadrangular y en un costado, con un fondo de palapas, unas cortinas blancas y rojas se desprenden del techo. De las palapas pende un espejo mas o menos grande “para que se vean los novios”y al frente una mesa especial, adornada con flores, donde se sentarán los novios, padrinos de velación y padres. La llegada se inaugura con un ritual de “bendición de los novios”. Los padres, padrinos y familiares mas cercanos entran a la casa de los novios, estos se hincan en un petate en la puerta de entrada y uno a uno los familiares van dando una bendición a los casados, haciendo una señal de la cruz en sus frentes y diciendo algunas palabras de bendición. Cuando concluye el último, los novios entran a la casa, donde los Tatamandones, que son las autoridades tradicionales, les dan los parabienes. Una vez concluido el ritual, se recibe la primera diana musical.

En las fiestas de este tipo, se ponen en marcha las estructuras de organización comunitaria, como es el caso de los sistemas de cargos. Para la fiesta, se tuvo que buscar un “Mandón”, que en este caso es “Tata Lipe” y una serie de ayudantes o “Topiles de cocina”. También las mujeres participan con sus formas de organización. Las “Mandonas”de la cocina son las señoras Ernestina “Tina” García y María Romero, quienes se encargaron de servir la comida y la preparación de las tortillas “a mano”. La comida, preparada por hombres, es una barbacoa de res cocida en un horno hecho en un hoyo en la tierra.

El asunto estuvo amenizado por un conjunto de cuerdas y percusiones llamado “El Fandango de varitas de San Pedro Tututepec”, integrado por Francisco García Rodríguez (violín y voz), Benigno García Rodríguez (guitarra y voz), “Lalo” López (guitarra y voz), Quirino García Rodríguez (charasca), Celestino “Tino” Mata (cajón) y Alejandro Mendoza Hernández (guitarra), quienes inician tocando sones y chilenas de la región:

“Cielo azul, cielo estrellado

cielo de mi pensamiento

quisiera estar a tu lado

para ver el firmamento”

Una vez que ha concluido la comida, inician los novios el baile del vals, pasando luego a bailar con ellos, los padres, padrinos y familiares cercanos. Posteriormente viene el brindis, para lo cual Arturo Mendoza (Orquesta Los Sucesores de Manuel Mendoza, de Pinotepa Nacional) dirige unas palabras de buenos deseos para la nueva familia. Luego viene el baile de La Calabaza, con sus dos momentos: en el primero la novia sobre una silla es rodeada por un grupo de mujeres solteras, quienes van bailando tocando el cuerpo de la novia y al finalizar la melodía es tirado un ramo, que puede anunciar un próximo matrimonio de quien lo alcanza en el aire: el segundo momento es el baile en círculo alrededor del novio, al cabo de cierto tiempo, es tomado por el grupo de jóvenes y lanzado varias veces por los aires.

Un sonido contratado para la fiesta inicia con unas melodías ya tradicionales en estos casos, como son los ritmos colombianos de Aniceto Molina y La Luz Roja de San Marcos y su Cumbia Sampuesana, continuando los ritmos mas locales como es el caso de los merequetengues donde se combinan de una manera singular los ritmos Colombianos con algunas formas de interpretación de la Chilena de la Costa, resultando, de esta fusión, el Merequetengue, propio de los grupos locales como el Mar Azul (en sus seis versiones diferentes), Los Cumbieros del Sur, Los Negros Sabaneros, Los Guapachosos de la Costa, Los Magallones, Corralero Navi, Los Donny’s de Guerrero, “Domy” y sus Charangueros de la Costa, u otros menos conocidos, pero no por eso menos bailados.

Pero el aspecto singular de esta fiesta lo constituye el Fandango de Varitas de San Pedro Tututepec, que crean un ambientazo fandanguero, para lo cual la gente de Huaxpala se pinta sola. Destacan en el ritmo zapateado, aquellos que, haciendo caso de la invitación, que recomendaba traer ropa típica, se lucen con sus cotones cuyuche o blanco Por allí andaban Amado “El Lobo” González, Kitzia Galindo y otros compañeros del Grupo Cultural Huaxpaltepec; Alelí Hernández, su pequeño Francisco y su pareja Jerónimo Toledo, quienes se hacían acompañar de algunos venidos de Inglaterra y no se de que otras tierras lejanas. Así también participó, con su ojo alerta, Eleazar Sánchez “Charo”, artista del pincel, nacido en Jamiltepec. También bailaban algunos muchitos culturales como Carlos Ziga y su amigo Juliezar Simón, cada quien con su pareja, quienes se daban gusto zapateando frenéticamente al ritmo de aquella que dice:

“Al otro lado del río

tengo un banquito de arena

donde se sienta mi chata

perece garza morena”

Otros ya al calor de los curados de aguardiente, iniciaban sus transformaciones radicales, como Mateo Gallegos, quien ya mostraba los signos de su nahual. Con mi comadre María Santiago, bailaba la Macorina: “Macorina vamos a la playa…”

Lástima que “El Fandango de Varitas” tenía ya otro compromiso, porque mas de uno estaba dispuesto a pagar una hora adicional de tocada, porque como a las ocho de la noche, cuando se despedían con las últimas, la cosa ya estaba caliente.

Al otro día, el 18 de diciembre, es la “Fiesta de las cocineras”, también llamada “La Tornaboda”. Aquí el aspecto central es el de “La apertura de regalos”, que tiene gran significancia, porque es todo un ritual. Después de comer “El recalentado”, en el centro de la ramada se colocan dos petates, donde se van depositando, uno a uno, los regalos que recibieron tanto la novia como el novio. Alrededor de los regalos se van colocando sillas, donde se sientan los novios, los padres de ellos, los padrinos, los familiares y los que llegaron a “La Tornaboda”. Los familiares de la novia traen como Mandón a Tata Mateo y los del novio a Tata “Lipe”. Después de un breve intercambio de palabras entre ellos, se inicia la apertura de los regalos. Los abren los padrinos de velación y uno mas, en una libreta va anotando el nombre de la persona y lo que dio de obsequio. De esta manera se consolida el vínculo de solidaridad comunitaria. La nueva familia tendrá la obligación de dar un obsequio similar a quienes le ofrecen hoy el regalo, correspondiendo, en “toma y daca”, cuando la otra tenga “un compromiso”, sea de boda, mayordomía o fiesta de otro tipo. En lo que abren los regalos, también se abren otros tipos de relaciones entre los que están acompañando el evento, a través de las diferentes conversaciones que se van desatando en los pequeños grupos de hombres, al calor de una cerveza bien fría. Don Amado Caletre, un negro ya grande de allá por el rumbo de El Alacrán, comentaba que le daban ganas de casarse otra vez, porque se había encontrado una que “tuvo suerte”. La cosa es pluricultural.

Como a las cuatro de la tarde, cuando se había destapado el último regalo, Tata “Lipe” el Mandón de la fiesta, inició en mixteco un larguísimo discurso dirigido a Tata Mateo y a toda la concurrencia. Habla de consejos para los novios, que los hijos se van, que la pareja no debe de enojarse, da gracias a los santos porque estamos aquí presentes, algo acerca de una leyenda de San Joaquín y Santa Ana y del sacrificio de la gente que participa en la fiesta y que ha trabajado y se ha sacrificado para obsequiar algo a los novios. La contestación la da el Mandón Tata Mateo, a nombre de la familia de la novia, agradeciendo la hospitalidad y felicitando a la nueva familia.

De nuevo inicia el baile, esta vez solo con el sonido de “Nino” y bajo la buena animación de Alejandro Barrios, quien no se cansa de enviar saludos a Alejandro Mendoza y a Adelina Gómez, promotores culturales y locutores de la Radio XEJAM, “La voz de la Costa Chica”, de Jamiltepec, Oaxaca.

Venancio Hernández Morales es presidente de la Asociación Civil “Xini Tityi” (cabeza de iguana), como se la dice a Huaxpaltepec en lengua Ñuu Savi. Esta agrupación, constituida en su mayoría por jóvenes de la comunidad, tiene en marcha un proyecto que combina de manera singular economía y cultura: se trata de un taller artesanal de producción de papel con fibras naturales locales, dentro de las que destaca por su importancia cultural, el algodón cuyuche, que es un algodón nativo domesticado por las culturas locales cuyo color natural es de un café suave que se utiliza para la confección de telas para el vestuario tradicional. Lástima que este algodón -que forma parte del patrimonio cultural de los Mixtecos de la Costa- ya esté patentado por alguna empresa norteamericana en esa creencia absurda de erigirse en dueños de la vida. La organización de Venancio y sus cooperantes tenemos una tarea para recuperar lo nuestro.

O sea que en el asunto de la boda subyacen otros asuntos como el del encuentro cultural, el del encuentro de los amigos, el del encuentro con la tradición, con el pasado; pero también con el advenir -mas que con el futuro- presente aquí, el la lucha de Venancio y sus amigos por retomar lo valioso de nuestras culturas.

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Acerca de zigga

Hacktivista ambiental. Estudios sobre realidades en Afroindoamérica.
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