En mi tierra, Huehuetán Laguna
Decimos que no existe la muerte
Los que se dicen muertos se quedan flotando
En la selva seca, epicúreamente
Como llama sutil, cuasi-perenne
Acompañando las hojas de los árboles
Entre sus ramas en arbustos y hierbas
Pero tienen su alojamiento preferido
Al otro lado del Cerro del Vigía
Cruzan sigilosos sus cañadas y cúspides
Penetran las raíces y los vellos incontables
Se trasladan preferentemente en los arroyos
Y van a dar a las playas solitarias
De Zapotengo, Tembo, Izala, La Boquilla,
Punta Tijera, La Mina, Estacahuite,
Puerto Ángel, Zipolite
Buscando alojamiento
Discurre acantilados espumosos
Y llega a su morada preferida:
Una concha, caracola lamida por la mar
Allí se aloja, disfruta su espiral
A veces se asolea en la marea baja
Y vuelve a su recinto color nácar.
Si quieres escuchar la voz de alguien amado
Que se ha ido o que se encuentra lejos
Toma la caracola entre tus manos
Y poniendo tu oído en su abertura
Escucharás su voz como un arrullo
De una ola marina que te llama.
Francisco Ziga febrero 7 del 2007
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