Por: Francisco Ziga
2/16/2007
I
Por la madrugada de hoy miércoles 14 de junio de 2006, las fuerzas del orden irrumpieron en el zócalo de la Ciudad de Oaxaca y desalojaron violentamente el plantón que mantenían los integrantes de la sección 22 del magisterio oaxaqueño. A la agresión siguió el enfrentamiento violento en varias partes de la plaza central y de las calles aledañas. Los cronistas de la radio local informaban de la utilización de helicópteros para lanzar granadas lacrimógenas desde el aire y al fondo se escuchaban ladridos de perros. Uno mas comentaba que una pareja de ancianos se interponía entre los maestros y los policías tratando de detener la gresca; la señora, llorando rogaba a los policías que no avanzaran, pues los maestros estaban desarmados. Otro describía como un grupo de maestros, tomando las mismas bombas lacrimógenas, eran lanzadas sobre los policías y estos actuaban en repliegue. Otro mas que en tres puntos de la cuidad se dirigían marchas hacia el centro; que una joyería ya había sido saqueada; que varios vehículos habían sido ya destrozados. En el Hospital “Presidente Juárez” del ISSSTE a las 9:30 reportaron a un joven con estallamiento ocular y dos maestras embarazadas habían abortado, a las 10:40 una niña fallecida por asfixia de gases. Del centro solicitaban ambulancias por lo numerosos heridos. La gente en las calles con el rostro adusto y pocos automóviles.
II
Desde las casi tres semanas que ha durado el plantón, se ha desatado una campaña vil en contra del movimiento. Lo mas abyecto es la utilización de niños en spots televisivos donde se alientan reclamos de los alumnos hacia sus maestros al llamarlos “revoltosos”. Hay otro spot donde se culpa a la lucha magisterial del rezado educativo de la población en edad escolar. ¿Dónde queda entonces la responsabilidad del Estado en fomentar una cultura de respeto? ¿Y de la obligación constitucional de asegurar la educación de la población?.
III
Hace algunos días el Gobernador Ulises se reunió con un grupo nutrido de representantes sociales: empresarios, líderes de organizaciones sindicales, periodistas. En ella un locutor de radio, armado de valor civil, reclamaba, “con todo respeto”, la falta de capacidad del gobierno para desactivar los conflictos resolviendo los problemas que aquejan a la población de la entidad. El gobernador aseguró allí que no iba a utilizar la fuerza pública en contra de los educadores. Desmintió la versión de que en Tlacolula estaban ya apostados tres mil elementos policíacos listos a ser enviados a los maestros.
IV
Hace algunos días, Francisco Toledo se ofreció como mediador en el conflicto. Hoy aparece en la portada del Noticias “Se ofrecen empresarios para mediar el conflicto”. El padre “Ubi” declaró en días pasados que si el gobierno decide agredir, se avecina una guerra civil. Fuera de toda veracidad en éstas aseveraciones, lo cierto es que no han hecho falta mediadores ni advertencias. Ni siquiera la advertencia de un voto de castigo hacia el PRI o mas aún, el boicot de las elecciones del 2 de julio.
V
Ninguno que sea sensible y tenga un conocimiento mínimo sobre las condiciones en que se desarrollan los procesos educativos en el estado de Oaxaca, puede decir que se dan en condiciones favorables tanto para los estudiantes como para los maestros: falta de materiales didácticos, aulas en estado deplorable, falta de mesabancos, desnutrición infantil, comunidades de difícil acceso, salarios magisteriales que se tienen que dividir entre mantener a sus familias y sufragar algunos costos de la educación. El movimiento magisterial solo es comprensible si se relaciona con este cuadro alucinante. El maestro que se desgañita en una marcha, está manifestando su rabia construida cuando camina las veredas de las sierras oaxaqueñas y mira a su alrededor la pobreza material de su gente.
VI
¿Que hacer entonces ante esa realidad inadmisible? ¿Debemos seguir cruzados de brazos y aceptar pasivamente esa realidad terrible?. Pienso que lo menos que podemos hacer es reflexionar sobre esta realidad. Sin duda el movimiento magisterial exige ahora, mas que nunca, nuestra solidaridad; pero también se les debe exigir mayor compromiso hacia la educación y hacia ellos mismos. Los errores ortográficos plasmados en las pintas de protesta en las paredes de la ciudad lo hace evidente; pero dichos errores no se comparan con los horrores de la violencia institucional del Estado. Esto es el símbolo del triunfo de la irracionalidad. Urge ya la instalación de las mesas de diálogo para solucionar el conflicto.
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