Ing. Francisco Ziga (1).
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Cuando se habla de la democracia hay una tendencia a pensar que esta equivale mas o menos a la organización y desarrollo de los procesos electorales, a la confrontación de las propuestas de gobierno que plantean los grupos o individuos aspirantes a las posiciones de poder. Pero también en otro orden de ideas se piensa una noción de democracia no separada de la vida cotidiana y común que vive la gente, de sus problemas y de las formas en que son resueltas sus carencias o aplazadas sus soluciones. Trataremos de incursionar en esta temática a través de una breve revisión de nuestra historia política reciente en el distrito de Jamiltepec, Oaxaca.
1988 marca un parteaguas en la historia nacional. En la Costa el electorado se inclinó por Cárdenas y como respuesta a las políticas neoliberales; pero también contra una situación regional que ya se había tornado intolerable, pues cuando menos hasta ese año se consideraba grave cualquier comentario contra los poderes regionales, sobre todo por la bien montada red de informantes de quienes controlaban la situación. Los pioneros de la lucha social le entraban a costa de las amenazas sobre sus vidas. El dominio económico y político durante esos años, estuvo basado en la violencia y el terror por los grupos de guardias blancas. El avance de las luchas campesinas en los ochenta necesariamente pasa por éstas pruebas, pues cualquier intento de organización independiente era tildado como un desorden y desacato a los poderes locales. Pero el empuje del movimiento de los campesinos crearía cierta independencia económica y política de los acosantes poderes regionales.
En 1988 con el PRD se inician nuevas formas de hacer política al pasar de las coordinaciones locales a las redes regionales. Los primeros intentos organizativos del PRD en el Distrito se generan como focos en Huaxpaltepec y en San Pedro Jicayán por conflictos políticos interétnicos. En 1991 la UCD retoma el descontento en zona, al reunir en Pinotepa Nacional a 35 autoridades ejidales, municipales y organizaciones campesinas en contra de las modificaciones anunciadas al Artículo 27 Constitucional, por la defensa del ejido y la constitución de una organización regional. En 1992 se conquistan los municipios indígenas de San Lorenzo y Santiago Tetepec. Durante 1992 a 1995 se forman la Unión Regional de Organizaciones Campesinas de la Costa de Oaxaca y la Comisión Regional de Derechos Humanos.
En 1995 el PRD logra importantes triunfos. Estos resultados son producto tanto de la combinación del trabajo organizativo con el movimiento político, como de la creciente corrupción de los ediles priístas en circunstancias en las que existían ya las condiciones y la cobertura para efectuar las denuncias civiles. Así se ganan seis de los 24 municipios del Distrito de Jamiltepec: Pinotepa Nacional, Jamiltepec, Cacahuatepec, San Juan Colorado, San Sebastián Ixcapa y San Lorenzo.
Sin embargo los resultados de las gestiones a veces no han sido los esperados por la población, mas aún cuando se reproducen las mismas prácticas viciadas del pasado inmediato y la esperanza sigue aplazada. Pero debemos al PRD el mérito de haber abierto la posibilidad de que la gente pudiera manifestarse en las urnas con cierta libertad; de abrir espacios a la participación en las coordinaciones sociales integradas; de empezar a hablar de la existencia de los derechos humanos, políticos y ciudadanos, con el antecedente de la lucha campesina y que a la manera de una guerra sorda, segó vidas que han quedado en la impunidad.
Existe, también un conjunto de prácticas desarrolladas por las comunidades mixtecas en la región que actualmente están enriqueciendo las formas de gestión local-regional. Me refiero a los refinados sistemas de cargos y a los procedimientos de acceso a ellos. También a una serie de prácticas de autoayuda y solidaridad en varios niveles. Allí la sociedad regional puede observar propuestas de gobiernos que sí funcionan, en vez de ponerse de lado de la corriente de homogeneización y negación de la diversas formas culturales indígenas.
El reto democrático en la región, y mas allá de ella, es la construcción de espacios comunes no solo en el campo político, sino también en el terreno social, económico y ecológico, por una cultura de respeto a la naturaleza con formas productivas y uso de tecnología apropiada, en contra de modelos de desarrollo agrícola ineficientes y de formas de relación excluyentes económica, política y culturalmente. Solo en ese plano es deseable una reforma del Estado que haga valer las disposiciones en materia de participación social en las estructuras de gobierno y reconozca las diversas formas de gestión de los grupos sociales. Y en varios de los sentidos mencionados, en Costa Chica existen ejemplos a emular.
El problema es que las grandes decisiones que tienen que ver con la democracia, como es el caso de la reforma de Estado y el reconocimiento de la autonomía indígena, están en manos de los partidos políticos quienes hasta ahora no han hecho mas que perseguir los mismos ideales de modernidad que nos mantienen en la situación presente, como la absurda apuesta a la inversión privada como el remedio de todos nuestros males. ¿Habrá otras opciones para salir de esa red angustiante?. Quizá la respuesta, como la de muchos males, esté mas cerca de lo que pensamos: el asunto es constuírla.
[1] Publicado en el Periódico OPINIÓN. No. 1. diciembre 2003. Pinotepa Nacional, Oaxaca.
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