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Declaratoria del Itya Ka’nu Río de la Arena
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Presentación de libro «Aprendizajes del campo: poesía y reflexiones», de Gabriel Narváez
Presentación
Tiene el lector en sus manos una preciosa muestra de la cultura campesina con el sello indiscutible de nuestra Costa Chica que, pintada de manera formidable por el autor, nos muestra los paisajes naturales, productivos, culturales y humanos que prevalecen en la región.
El texto, que ha titulado Aprendizajes del campo: poesía y reflexiones (Universidad Autónoma Chapingo, 2021), sorprende desde el inicio, porque concibe el espacio rural como una acuarela, pero también como una escuela, donde continuamente mujeres y hombres reciben enseñanza, proceso que se torna poético, porque en nuestra cultura regional abrevamos del conocimiento en forma de lenguaje versificado –no hay niño que no sepa un verso; por otro lado, en la aparente soledad de la montaña, es dable el pensamiento profundo propio de los horizontes culturales Ñuu Savi, afromexicano y mestizo, porque la filosofía no se constriñe a Occidente.
Aprendizajes del campo se constituye en el decurso como obra total, donde la experiencia estética no es abstracción pura, sino emerge de la vivencia cotidiana y se hace poesía; surge de la experiencia vivida y se hace verso; se origina en la necesidad urgente de construir nuevas formas de relación con la madre tierra y se hace adhesión y demanda.
La lectura de los poemas y reflexiones de Gabriel, incubados desde La Cumbre costeña, nos abre un mundo de realismo mágico, donde la conversación con la naturaleza –árboles, hierbas, animales, montes, piedras- es cosa de todos los días. Hoy, cuando la crisis civilizatoria conduce hacia una deshumanización total, voltear hacia nuevas y antiguas socialidades propias, es una exigencia impostergable. En esas veredas, Gabriel nos alumbra con su poesía y reflexiones.
J. Fco. Ziga Gabriel
Huaxpala, septiembre de 2018.
Licencia JF Ziga 2023. Creative Commons. Creative Commons-BY-SA 4.0 Internacional
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Casona antigua del centro
Por: Francisco Ziga En el centro antiguo de la Casa de Adobes, Se constituye un nodo trascendente, en una edificación del siglo diecinueve hecha de granito, cal y barro vivo, de minerales del seno de la Madre Tierra, de adobes fraguados al sol del mes de mayo, que maderas preciosas la protegen, el tololote, el palo colorado, la parota, los cachos de nahuales de venados, el candelero antiguo y extensible, que alumbró una penumbra. Sus paredes guardan secretos insondables, de antigua lejanía, voces de mujeres en la madrugada, el ruido de herrajes de caballos, golpeando el granito del portal, el zapateado de Rosa Valencia en sus diez años, la voz de un infante hace el eco a su madre, el sonido de casquillos vacíos ya de pólvora, hay ecos de campanas de iglesia, de rezos, de llanto, de placer, de agonía. Abre ahora sus puertas suavemente, de crujientes maderas y ladina campana, el viento penetra como raíces de un árbol, y genera un principio luminoso, dando pie a una claridad del cielo, y originando un juicio transparente, que aniquila lo sombrío y violatorio, Su ininterrumpida influencia y persistente, crea lo suavemente penetrante, transforma las conciencias con sus notas, lo pequeño torna en grande, los vientos se siguen uno a otro, pausados, suavemente, al cobijo del tiempo. Con pasos de felino y gallardía, hay nuevos pies transitando sus ladrillos, el General Loaeza se sitúa en su origen, y Antonia Labastida se mira en un espejo, que funde múltiples rostros de mujeres de ahora Y la Casona de nuevo es centro luminoso. JF Ziga G, Dr. Julio 29, 2017. Huaxpaltepec, Oaxaca. Licencia JF Ziga 2023. Creative Commons. Creative Commons-BY-SA 4.0 Internacional
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Canto de miel: las Meliponini en Oaxaca.
Por: Francisco Ziga
Cuando uno hace referencia a las abejas, de inmediato la mente remite a los aguijones de las voladoras africanizadas y agresivas que conocemos comúnmente y cuya miel disfrutamos. Sin embargo olvidamos de manera imperdonable la extraordinaria cantidad de abejas existentes; sobre todo hacemos de lado a las abejitas del monte que de por sí nos han proporcionado un remedio y alimento esencial en toda Mesoamérica: la miel de Castilla o Miel de palo. Pero para fortuna nuestra, se acaba de publicar en este 2018 un libro extraordinario para todos los oaxaqueños y para el país: Las abejas sin aguijón y su cultivo en Oaxaca, México, resultado de las extraordinarias investigaciones de Noemi Arnold, Raquel Zepeda, Marco Vásquez y Miriam Aldasoro, bajo el sello de El Colegio de la Frontera Sur y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. Y es que los estudios biológicos reportan 46 especies de abejas sin aguijón -los antófilos, lo que aman las flores, nos dicen- de los cuales 35 existen en Oaxaca, siendo el estado con el mayor número de especies a nivel nacional. Los autores nos van conduciendo en el conocimiento extraordinario de su taxonomía, de su morfología, de las partes que componen la colmena y de su importancia sin discusión para la alimentación humana, pues un tercio de los alimentos producidos dependen de la polinización animal. Los inicios de la meliponicultura se remonta, nos ilustran, a los dos a tres mil años en Yucatán, lo que se sabe partir de informes antiguos en el Códice Madrid o Tro-Cortesiano, que pone en evidencia el alcance tecnológico de la cultura maya, en consonancia con otros campos del conocimiento como las matemáticas, la astronomía y sus nociones extraordinarias del tiempo. Así muestran la relación establecida con estos seres sagrados que conectan al pueblo maya con la divinidad. Esta relación se mantiene hasta ahora, porque los pueblos indígenas ritualizan todo, sacralizan todo. Los autores nos hablan también de los productos de la colmena y cómo resulta cada cosa. ¿Sabía usted que la miel se produce en el estómago de las abejitas donde se mezcla el néctar de las flores del monte con las enzimas de su cuerpo? ¿Que la cera que producen es mezcla de secreciones de su cuerpo con resinas de plantas? ¿Que el polen al ser fuente de proteínas, carbohidratos, enzimas y minerales es esencial para la vida de las abejas? ¿Sabía que quien puede ver las abejitas de monte es persona que tiene suerte? Los autores nos proponen que en la recuperación de la meliponicultura es necesario un despliegue de interacción intercultural, pues hay que conocer y compartir conocimiento sobre la biología de las especies, sus hábitos, los árboles de nidificación y las especies melíferas y poliníferas, mejorar el entorno de las abejas y de nosotros mismos, diversificar las especies aprovechadas, aprender a realizar cosechas moderadas pensando también en ellas, diseñar esquemas propios de comercialización locales e impulsar políticas públicas que promuevan la valorización de las abejas; en una palabra, “ … conciencia, pasión y amor por las abejas sin aguijón”. Hace tiempo pensaba en las meliponas como algo lejano. Mi amigo Raúl Zapata Cauich, en su tesis de Maestría en Ciencias en Desarollo Rural Regional (Chapingo 1999-2001) sobre la apicultura en Yucatán, nos hablaba de ellas y su cultivo prehispánico y actual; pero el libro que hoy comentamos nos pone en tierra y en cercanía con estas abejas a quien, como relatan los autores, debemos mucho. Mi madre, Petra Gabriel, que siempre me contaba historias de su vida en los Bajos de Coyula, me decía, recreo esa escena siempre, que su tía tenía abejas en ollas, en cántaros, allá por la mitad tropical del siglo XX. También nos decía que quien tenía abejas, debería conservar la paz en su hogar, porque “si había pleito, se iban”. De manera extraordinaria encuentro la misma versión que de otros lugares del estado han recogido los autores. El libro muestra algo muy profundo: la relación sacralizada de las culturas originarias con el entorno, con la vida animada e inanimada, la cual tiene agencia. Si una abeja nos produce suerte, tiene agencia sobre nosotros. La abeja actúa sobre nosotros imponiendo un control social, porque en la relación con ellas, tiene parte también la relación con nuestros semejantes, nos impone la paz, la tolerancia, la comprensión. No sólo expande el presente en la co-habitación con el mundo, sino que nos obliga a abrir la historia lejana de nuestra relación con ellas; también prefigura el futuro, puesto que la vida posterior depende de ellas y nos-otros.
9/22/2022
Francisco Ziga, Dr. México 2012. Licencia Creative Commons 2.5 México. Atribución, No comercial, Compartir igual. ¡¡¡USA SOFTWARE LIBRE!!!
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Vicente Zavaleta Salinas
(En memoria) Se escucha el cerrojo de las armas En la entrada de la playa, en lo espeso del monte En el bastión de la defensa de las tierras comunales En Zipolite, “Dentro del caracol” Se detiene la Willys De nuevo el sonido del cerrojo Esperamos el canto de metralla Es la intimidación, el despertar del miedo El mensaje del depredador Es del judío invasor, es la punta de la lanza Que se enfrenta impasible Con dignidad rebelde En un enfrentamiento del turismo extractivo Con la acción propia, turismo comunal Es la defensa de la comunalidad Que se llevó a otros luchadores Y así se fue haciendo “El Bohío” Entre el respeto al monte El grito del ocelote Los volantes firmados Las lecturas del Libro Rojo de Mao El Diario del Ché en Bolivia El Manifiesto del Partido Comunista La ideología Alemana Enseñó a no creer en dioses El valor de la gente y de los libros Y del conocimiento Comunista de mundo Un ser que luchó por la justicia Sin esperar el mundo justo Construyendo en el aquí y ahora Así el Saludo al sol por las mañanas El deleite de un buen café cargado El ruido silencioso de la selva seca Sólo alguien de temple pudo haber logrado Una misión en la Costa de Guerrero No descansa, sigue en pié Sigue hablando "Dentro del Caracol" Un hombre verdadero. Fecha: 8/24/2022 Licencia JF Ziga 2023. Creative Commons. Creative Commons-BY-SA 4.0 Internacional
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Escúchame Pochutla
Por: Francisco Ziga.
Existen dentro del sueño colectivo pochutleco, dos canciones que cimbran el alma de sus habitantes: “Pochutla”, una hermosa chilena de Don Luis Martínez Hinojosa; y “Escúchame Pochutla”, una singular composición menos conocida de la cual hablaremos aquí. Esta es una canción que de vez en vez se tararea y que, en las más de las veces, sólo se pronuncia la primera estrofa que corona el poema: “Escúchame Pochutla en mi canción”. Son sólo algunos músicos quienes tienen el dominio de la letra completa, habiendo necesidad de que sea verdaderamente apropiada por los pochutlecos.
Hace ya varios años, en conversación sostenida con Eleazar “Chacha Vaso”, quien durante muchos años fue transportista de café en Pochutla, le preguntaba sobre el origen de esta otra canción de los pochutlecos. Recuerdo sus palabras como si me lo acabara de contar: “Escúchame Pochutla fue escrita por un noruego, Cristobal Magnus, que era empleado de una compañía, la Otis McAllister. Magnus trabajó en el café, llegó desde Noruega a trabajar en eso”. La afirmación quedó en mi memoria y en bitácora que como mal vicio llevo desde hace muchos años, y aún cuando el interés se perdió, quedó escrito allí.
A finales del año 2014 surgió nuevamente el tema. Estando en la casa con mi familia, en una fiesta de Todosantos, en la preparación de unos tamales costeños, fuimos a visitar a mi tío Geo Ziga que vivía relativamente cerca. Decidimos regresar a la casa y él se hizo acompañar de una preciosa guitarra recién adquirida. Nos dijo que prácticamente la iba a estrenar con nosotros. Llegamos a la casa y comenzamos a filmar y grabar en audio todo lo que nos comentaba. Allí le pedimos que nos cantara “Puerto Ángel” de su autoría y además “Escúchame Pochutla”, aquella vieja canción. Nos dijo allí que había sido escrita por un extranjero. Le referí lo que en algún momento me compartió “Chacha Vaso”.
Cantó las dos canciones y otras más. En el caso de la canción pochutleca advirtió que no se la sabía del todo, pero que haría un esfuerzo.
En algún momento, no recuerdo cual ni dónde, pero de que sí falló la bitácora, había conseguido una grabación de un trío, con la canción completa. Ahora que he escuchado las dos versiones, la de Geo y la del trío, es posible captar diferencias en cuanto a la estructura musical: Geo Ziga inicia la primera estrofa como un bolero y las siguientes a ritmo de vals; el trío inicia la primera estrofa declamándola en melodía, con un fondo de guitarra un estilo flamenco y las demás en forma de bolero. Posiblemente la estructura que nos proporciona Geo es la original, pero la interpretación del trío también tiene una belleza singular; será porque toda bella canción nunca pierde valor en cualquier interpretación, la que sea.
La letra de la canción completa discurre de la manera siguiente:
ESCÚCHAME POCHUTLA
Escúchame Pochutla en mi canción
te brindo de un tierno corazón
terruca de mandimbos
tierra de amor y sol
Adoro tus noches de luna
blancura de nardos en flor
suaves como un terciopelo
dulces como una gran amor.
Palmeras que abrazan la brisa
el beso que manda la mar
campanas que llaman a misa
murmullo de un palomar.
Adoro tus lindas mujeres
morenas esbeltas sin par
andar de gitanas costeñas
con ritmo de olas de mar.
Rebozo cruzado y gracioso
el fleco bailando al son
sonrisas que llenan de gozo
Pochutla de mi corazón.
Adoro tus lindas mujeres
morenas esbeltas sin par
andar de gitanas costeñas
con ritmo de olas de mar.
Rebozo cruzado y gracioso
el fleco bailando al son
sonrisas que llenan de gozo
Pochutla de mi corazón.
Cualquiera que conozca la parte de la Costa más meridional de Oaxaca, es decir, el Sur del Sur, puede recrear lo que refiere Cristobal Magnus, aunque la “terruca de mandimbos” no lo es ya, pues se eliminaron del centro de la comunidad por quien sabe que autoridad municipal ignorante de la importancia de estas especies vegetales; por fortuna hasta ahorita no nos han quitado las “noches de luna”, con su “blancura de nardos en flor”, pero hasta eso está ya amenazado, porque ya no es la Pochutla de hace varios años atrás, en la que se podía transitar a cualquier hora de la noche sin ser molestado. ¿Quién no ha disfrutado de “la brisa, el beso que manda la mar” en un atardecer, venida de Tahueca, Zapotengo, Tembo, pasando por el Río de Aguacate y entrando por la Cruz del Siglo? ¿Quién no ha apreciado el “andar de gitanas costeñas” pochutlecas, en Barrio Chico, Loma Larga, La Cuarta y El Centro? ¿A quién no se le ha conmocionado el corazón al ver “el fleco bailando al son”, en un fandango actual, aún cuando sea reproducción del ritual que del pasado ya nunca volverá? Cristobal Magnus no pudo haber escrito semejante poesía sin haber vivido sus noches, sin haber bailado el fandango, sin haber bebido el agua del Pozo Común, sin haber recibido un beso de brisa marina.
Con la idea de saber más sobre la existencia de Cristobal Magnus, como gente sin curia, me puse a buscar en el internet, y me topé con el blog de Luis Adolfo Méndez Lugo, quien colgó es su espacio un ensayo titulado “San José del Progreso. Análisis monográfico de la finca cafetalera en San Pedro Pochutla”, que es un trabajo patrocinado por la Coordinadora de Productores de Café de Oaxaca CEPCO, dueña de la finca, en 1996. En el estudio se establece que la finca, ubicada en el Municipio de Pochutla, data de finales del Siglo XIX, siendo Rito Mijangos el dueño primigenio; a finales de la primera década del Siglo XX es confiscada por acreedores ingleses, los Rossing Brothers, a quien Mijangos había solicitado préstamos; luego pasó a manos de empresarios alemanes, siendo Juan Lutman el último de ellos y es a mediados del Siglo XX cuando nuevamente es comprada por un empresario mexicano, Miguel López Gracida, a un precio de dos millones de pesos, a través de un préstamo de Florentino Audelo Jijón.
Nos sigue diciendo Méndez Lugo:
“Hasta el momento, no se sabe si los usureros ingleses administraron la finca (aun cuando no lo hayan hecho directamente), sin embargo, la finca se conocía entonces como El Progreso y anexas y ésta incluía también las fincas de Monte Cristo, Las Pilas y El Carmen”.
“La versión de los vecinos de San José El Progreso, en particular don Ernesto Rodríguez Hernández, respecto a que eran noruegos los dueños de la finca, deviene de que el empresario alemán no era el administrador de la finca, esta función la desarrollaba, en efecto, un noruego, Cristobal Magnus, que era entonces quien residía en San José El Progreso”.
Aparece aquí por vez primera para mí, lo que me refirió “Chacha Vaso”, la figura de Cristobal Magnus, que por los tiempos referidos, pudo haber estado entre 1910 cuando Mijangos pierde la finca hasta 1949, cuando es vendida por Juan Lutman. El secreto lo devela una catedrática de la Universidad de Bergen, Noruega.
Porque indagando un poco más, nos encontramos el libro “Expectativas incumplidas: migrantes noruegos en América latina, 1820-1940”, en el que aparece un artículo de Synnove Ones Rosales, con la temática de noruegos en Guatemala. Sobre las redes de relaciones de los noruegos de la época nos dice Synnove:
“Otros viajeros noruegos también dejaron evidencia, aunque escasa, de su presencia
en Guatemala Algunos, como Christopher Magnus y Bjarne Skarbøvik, estaban bien
establecidos en México, y sus visitas a Guatemala, como lo demuestran los registros, ayudan a confirmar que el contacto y las redes existieron en toda la frontera México y Guatemala” (Ones 2016:152).
Nos sigue diciendo para nuestra fortuna:
“Magnus era de Bergen y llegó a México en 1924. En 1931, era el gerente asistente de una plantación de Chiapas. Skarbøvik, un ingeniero eléctrico de la ciudad de Trondheim, trabajó para la Compañía Mexicana de Luz y Energía desde principios de la década de 1920 y hasta su retiro a principios de la década de 1960” (Ibid).
Es decir, Cristobal Magnus existió, era noruego, de Bergen, el puerto donde se ubica la universidad de Synnove. “Chacha Vaso” tenía razón en cuanto a que fue noruego y vivió ligado a las fincas cafetaleras. Es muy probable que el Cristopher Magnus, también noruego, que nos relata Synnove, sea el mismo Cristobal Magnus de la versión de “Chacha Vaso”. El Magnus trabajador de la Otis McAllister también pudo ser cierto, porque esta empresa de alimentos también tuvo una línea de producción y comercio de café.
Para ir de Pochutla a San José El Progreso, la finca administrada por Cristobal Magnus, no corre mucho trecho. Va un poco más allá de Toltepec, cerca de Comala, al norte de Pochutla. Bien pudo Cristobal Magnus haber vivido en Pochutla. Digo esto porque solamente una vivencia cercana y de varios años es apropiada para hacer un poema de la naturaleza que nos dejó Magnus.
Tal vez las respuestas a las interrogantes planteadas estén entre los archivos de la Finca San José El Progreso, en los de la Otis McAllister y en los archivos del Puerto de Bergen, en la noruega de Cristobal Magnus y de Synnove Ones Rosales.
A nosotros los pochutlecos nos queda la tarea de seguir investigando sobre nuestras raíces y continuar disfrutando “el beso que manda la mar”.
Xiñitityi, febrero 25 de 2018.
Bibliografía
1. Méndez Lugo, Luis Adolfo. 1996. San José del Progreso. Análisis monográfico de la finca cafetalera. San Pedro Pochutla, Oaxaca. Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca, CEPCO, Oaxaca, Oax. En: http://mendezlugo.blogspot.mx/2002/02/san-jos-el-progreso.html
2. Synnove Ones Rosales. Opportunities for the Few and Select: Norwegians in Guatemala (1900–1940). En: Expectations Unfulfilled: Norwegian Migrants in Latin America, 1820-1940. Book Editor(s): Steinar A. Sæther. Published by: Brill. (2016).
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Los migrantes
(Haikús) I Viene grabado Desde el gran movimiento El ciclo eterno. II De luz y polvo Síntesis primigenia Brota la vida. III De agua a la tierra La migración es vida Evolutiva. IV Aves y peces Mística convivencia Entreverados. V Los caracoles Viajando por la Luna Dejan su huella. VI Intervenida La jícara abre un mundo Alucinante. VII Danzan sus manos Es arte y movimiento De Juan Rodríguez. 1/10/2018 Francisco Ziga, Dr. Licencia JF Ziga 2023. Creative Commons. Creative Commons-BY-SA 4.0 Internacional
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El medio siglo de Ñundeui
(Con una pequeña ayuda del I Ching) Un objeto sensible una extensión del ojo y la memoria altera la visual del mundo, irrumpe al Pie del cielo fija el movimiento del rio y de la piedra de palmeras, de la naturaleza de las nervaduras de las hojas de la vida vibrante del pueblo Ñuu Savi. Retrata el mundofemenino, la mujer, la madretierra abre el lado fértil, el rostro fecundo del tiempo de lluvias el ciclo de vida y de muerte la dignidad desnuda de Candelaria, su porte magnífico no importa mostrar la evidencia de los senos dadores de vida; porque el centro erótico está en nuestro ombligo, porque somos hechos como el cántaro, del barro rojo de la madretierra, porque estamos en el “En el ombligo de la luna” y hay en nuestro interior, en nuestra desnudez una claridad relampagueante como noche de agosto que nos otorga fuerza al exterior y ella es la mujer, la madretierra llena de roca firme como en el mes de marzo y esponja adherente en tiempodeaguas como madre perseverante y tierna, entusiasmadoramente esclarecida. Hay en el cielo y fuego un movimiento el mismo que de manera diversa nos otorga la existencia del tiempo, el orden de las cosas del pensamiento dual Ñuu Savi. Y Ñundeui como creación pletórica articula el yo central y el nosotros disperso la luz inexpresiva de Rosa en Ixtayutla, que nos mira desde hace más de cinco siglos los ojos inocentes de María de la Luz, muestran el fuego y cielo, mundo y cielo Ñuu Savi Su ser-comunidad desnuda al mundo. En libertad no hay falla, el retorno es propicio; las aguas de los ríos fecundan a Ñundeui. 1/10/2018 Dr. JF Ziga Gabriel Licencia JF Ziga 2023. Creative Commons. Creative Commons-BY-SA 4.0 Internacional
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La locura de Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y América
Por: Francisco Ziga
Soy el loco que Carlota de Bélgica trae dentro, pretendiendo que siga la historia contada y no contada por Don Fernando del Paso, quien conoció a la Emperatriz de México y América, y que aún con todo, no dijo lo que vio, ni todo lo que le dije, porque cuando le hicimos reverencia frente a su carruaje de color púrpura y adornado con piedras preciosas traídas de todos los continentes y otras extraídas del subsuelo mexicano, como turquesas, jade y ámbar de Chiapas, que esperábamos los domingos en la salida del Castillo de Chapultepec, no le conté todo; lo que sí sabía era que en un arrebato de atrevimiento le había dado, bajo el pretexto de entregarle una petición, unos haikús, los que Del Paso había revisado y aprobado; sabía que Carlota había quedado prendida de los poemas japoneses, porque no le cuadraba todo lo que le malescribía Maximiliano; sabía que se había vuelto un ritual de todos los domingos la espera del carruaje en la puerta del Castillo de Chapultepec y que, al recibir los haikús entintados y rubricados con un monograma que no era imperial, sus letras en una estructura de cinco sílabas en el primer verso, siete en el segundo y cinco en el tercero, le causaban un rubor indescriptible y la retrotraían a las mañanas enneblinadas de su lejanas tierras; sabía Fernando que, en arrebato genial, me había hecho subir a su carruaje empedrado con minerales preciosos, pero lo que no supo es que Carlota mandó a freír papas a su dama de honor, a su guardia imperial y al conductor del carruaje y que tomamos las riendas de los potros briosos y nos fuimos con rumbo desconocido, hablando de las almenas del Castillo de Miramar y las arenas blancas de Huatulco; el otro Fernando, el emperador, que nunca había tenido conocimiento de las carnes de Carlota, en ese día del arrebato, estaba bañándose en la poza de la Quinta Borda, en Cuernavaca, deleitándose con el cuerpo moreno de Concepción Sedano, mirándose en sus ojos negros y acariciando su piel sedosa de un color cetrino salpicada de puntos rosáceos, oliendo su cuerpo fragante de rosas que cultivaba su marido, el jardinero de la Quinta Borda; y así fue como, día a día, escribí uno o varios poemas, eso no lo supiste Fernando Del Paso, ya no supiste que de tantos poemas que escribí a Carlota, se fue haciendo un libro que contenía seiscientos treinta poemas, porque no te lo conté Fernando, ya no te lo conté porque como te conocía bien, sabía que lo ibas a publicar, como publicaste Noticias del Imperio, en el año de mil novecientos ochenta y siete y no dijiste nada de eso, porque no te lo conté, así como no te conté que yo estuve detrás de Carlota Regente de la Ciudad de los Palacios cuando Max, como escapista, se iba a cazar mariposas y lagartijas y a desnudar la piel de Concepción Sedano, que era de Jonacatepec, Morelos, porque yo también la conocí bañándose en Puerto Ángel con su perfil de diosa, con su trino de voz, con su piel rosácea y cetrina de fragancias encantadoras; no supiste Fernando, que Carlota, después del viaje desbordado de su carruaje imperial, no se incomodó de los continuos deslices de Max, de su escapismo, porque incluso en el viaje que hicimos a Yucatán a conocer la cultura maya y a bañarnos en los cenotes sagrados, era Carlota quien seguía dando las instrucciones para el fracasado Segundo Imperio Mexicano, porque todo era una locura, todo; así como es falso que la quisieran envenenar en México con Toloache, con Ololiuhqui, porque el Toloache yo se lo di, porque conozco la dosis perfecta que me enseñó la señora Ernestina, mujer de Juan Soriano, la que me curó con sebo de vela, la que me enseñó a curar con la semilla de la virgen, porque yo se la di, Fernando, eso nunca supiste, que yo entronicé a la Emperatriz en el uso de las plantas sagradas mexicanas, porque fuimos con Doña Tina a Cabeza de Iguana, cerca del mar Pacífico a ver a la virgencita, a tomar una maquila de la fruta de la flor moradita, la del bejuco velludito, la planta a la que uno debe pedir permiso para cortar sus semillas, esa que no debe estar a orilla de camino, sino resguardada en el monte, pura y acordonada por plantas silvestres, pura como se conservó Carlota, porque Max nunca le puso una mano encima, y que yo le escribí Nueve razones, y dije que siempre estaría en mi vida, porque en Huatulco, allí, le compuse los mejores poemas, allí le compuse algo que no puedo olvidar, que me sé de memoria, porque dice: “Al oboe de una perla, a la lira de un coral, al cello de la espuma, al canto de mi mar, le falta tu presencia, le falta tu trinar, Libres en Paraíso, prescindiendo de atuendos en Ventura, entonando con delfines un crescendo a oscuras, xerófitas oyendo la rapsodia desnuda”, que así dice, porque allí nos bañábamos desnudos, en Ventura Huatulco, la playa más hermosa del mundo y que ese poema se lo escribí en la arena blanca, para que no se borrara de su mente y se la susurré al oído, por eso se volvió loca; te volviste loca Carlota pero tu locura no era otra cosa sino una locura de amor, una locura de la semilla del Quiebraplatos, que no fue una locura de arrepentimiento, porque nunca te metiste con Van Der Smissen ni con ningún otro cabrón, porque no fue esa la locura que te llevó hasta mil novecientos veintisiete al Castillo de Bouchout, porque sí tuviste un hijo, pero no fue de Max, porque ese cabrón escapista y pusilánime y a quien todo le valió madre, nunca te puso la mano encima, siempre te abandonó, como cuando llegaron por primera vez al Palacio Nacional de la Ciudad de México, que se fue a dormir a una mesa de billar y tú te quedaste en una silla sin dormir toda la noche porque el lugar estaba atestado de pulgas; no te puso la mano ni Max ni Juárez, ni nadie, sólo yo, porque ese hijo que tuviste fue mío, te fuiste preñada de México y lo pariste en el Castillo de Miramar, lo crío una mujer nahua de Comala, cerca de Toltepec, porque por allá lo procreamos Carlota, lo trajeron desde Miramar, de contrabando, y aquí lo recibí en Veracruz y creció entre la Ciudad de los Palacios y Huatulco, entre los volcanes y la arena blanca de Ventura y Coyula, mientras tú te quedaste en ese viaje interminable, porque te llevó el vuelo de la Virgen, el Ololiuhqui, el Quiebraplatos, la semilla que se tiene que tomar a medianoche, la que te hace soñar, como decía Margarito el tintorero de caracol púrpura de Pinotepa de Don Luis, que siempre viene a Huatulco a buscar el caracolito para los pozahuancos de las mujeres de Ñuu Savi, la tierra de la lluvia, de la semilla que te da un golpe de mar, te traslada dea viaje hasta el cielo y de allí te vuelve al mar a ver los peces de colores de la playa de Estacahuite y a mecerte en las olas majestuosas de Zipolite, te quedaste allí hasta mil novecientos veintisiete en el Castillo de Bouchout, mirando al mar, haciendo de cuenta que estabas embelesada en Ventura, alucinada tu mirada ante la arena blanca de la playa, el azul turquesa del mar, el chingo de ripio con peces de colores, la vegetación de las más variadas tonalidades del verde, embelesada con la fragancia del Palo Santo, del moteado de la selva por la flor del Ocotillo y por el despunte violeta y el azul intenso del Quiebraplatos; y allí te dije que la tarde ya no era la misma, que alfombrabas todo el monte en un abrazo místico a la tierra, que vivíamos ese tiempo eterno, instantáneo, asombroso, indefinible; allí vi tu fuente de vida, abriéndose un camino desconocido, porque imaginé tu espalda como un surco de siembra y a mí como un árbol frondoso de semillas, un árbol que suspiraba, también te dije “ya no existo, no soy Ser, soy la Nada”; la nada en que terminó el Segundo Imperio Mexicano, porque todo fue una locura, todo, porque ustedes no tenían razón, o la razón que traían no era la nuestra, porque los mexicanos nunca dijimos que queríamos un emperador ni una emperatriz, aunque después de todo no estuvo mal que llegaste ya media loca, por eso te amé Carlota y te completaste aquí en México, en el Ombligo de la Luna, porque yo te di la Flor de Luna y tú me diste tu ombligo , tu centro erótico, ese que vi en Huatulco y que nunca vio Maximiliano, donde derramé licor de corozo, tuba, mezcal, bacanora, sotol, charanda, aguardiente de punta y pulque Carlota, pulque del altiplano mexicano y allí te quedaste siempre conmigo, porque eres todas las mujeres a quienes sigo dando el elixir de la luna, la semilla negra de la virgen, y por eso fue que mandaste a la chingada a Max, el pendejo que nunca te quiso, porque no murió en el Cerro de las Campanas, porque Juárez lo perdonó como dice la gente, porque ambos eran masones, y se largó a la chingada a Centroamérica, donde vivió todo jodido y como ermitaño, mientras tú tuviste que soportar tu soledad en Bouchout, y tu locura, y tu viaje permanente de la Flor de la Luna, por eso es que cada luna llena me sobreviene la nostalgia de ti, porque no aguantaste los disparos de la semilla ácida de la Ita Yoo, del Quiebraplatos, del Ololiuhqui, la planta sagrada de los dioses, quienes fueron los que te mataron, nuestros dioses, no nosotros, porque nosotros los perdonamos, porque nosotros los mexicanos no somos cobardes, no matamos, tú te mataste sola, como en Huatulco, y tú me medio mataste, pero yo nunca sucumbí como tú, que quedaste postrada pensando en tu hijo, Soluna, que cuando moriste ya estaba viejo en Huatulco, viviendo en Playa Ventura, donde volvió, volvió a donde fue procreado, porque su nahual era una tortuga, que él sí tuvo, porque tú nunca tuviste un nahual como Soluna y como yo, por eso le dije a Fernando del Paso que todo es como un rompecabezas y que su libro no habló de los poemas, de los haikús, del Ita yoo, del ripio de Playa Ventura, de los pasos de Carlota en la Playa de Tembo, que hacían cantar su arena y que aún cantan bajo mis pasos, del caracol marino que le regalé a Carlota, de Soluna, de la disolución del amor de Carlota por Max, de que
llegó virgen a Huatulco y que allí quedó preñada y que todo su amor hacia México era un amor hacia mí, el loco, y que yo, tu amigo, Fernando del Paso, nunca me cargó la chingada, porque en mi tierra, Huehuetán laguna, decimos que, para quienes tenemos un nahual de lagarto, no existe la muerte.
9/28/2017
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Jamiltepec antiguo. Una mirada a la historia y vida cotidiana.
Por: Francisco Ziga
Presenciamos nuevamente en la Casona del Centro de Jamiltepec, Oaxaca, una muestra retrospectiva de varios submundos en que solemos dividir la realidad. El conjunto de obra titulada “Jamiltepec antiguo”, es producto de la suma de voluntades del gobierno municipal, los dueños del recinto que la cobija y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Se compone de imágenes provenientes de colecciones particulares de habitantes de Jamiltepec y de la Fototeca “Nacho López” de la CDI.
Si hay alguna duda de considerar a la fotografía como un arte, con “Jamiltepec antiguo” se disipa toda dubitación. Cada imagen se torna en obra creativa, detiene el tiempo, transforma el pasado en presente inmortalizando la vida cotidiana, la sonrisa de una niña, la vendimia y el trueque, la acción lúdica del juego del “chicuyo” ya en desuso y desplazado ahora por los juegos virtuales, los cambios en el paisaje, la danza y la música, la acción institucional; es decir, la historia y la vida cotidiana. Cada imagen es una apertura al pasado pero también un espejo en el que nos miramos en lo que somos de diversos y humanos; también en lo que queremos y podemos ser.
La obra es un homenaje a la sociedad costeña, a nuestra costeñía, a nuestras diversas formas de identidad personal y colectiva, como el ser campesino, herrero, estudiante, danzante, vendedora en el mercado “Telésforo Estrada”, maestro, artesana de telar de cintura, conductor de la acción institucional como el Dr. Alfonso Caso, primer Director del INI o el Dr. Rafael Mijangos Ross, primer director del Centro Coordinador de Jamiltepec. También es tributo a quienes conjugaron su ojo fotográfico con el dedo índice al disparar el obturador de las cámaras: el Antropólogo Alfonso Fabila -a quien debemos una de las etnografías más importantes de Jamiltepec del Siglo XX-, a los hermanos Mayo que efectuaron el registro de la gira del Dr. Caso en 1965 en la región, y a muchos otros desconocidos que nos dejaron su arte y hoy disfrutamos.
Si la cultura es el modo de ser total de un pueblo, su unicidad íntegra, su diversidad e historia, su danza y paisaje, “Jamiltepec antiguo” es en su esencia y forma, la decantación de la cultura, su expresión más pura y exultante. Es la revelación del blanco y negro que cobra vida en nuestras conciencias, donde le damos su valioso significado, es la contraparte perfecta de la lluvia cromática de “Jamiltepec de mil colores”.
Re-vivamos la antigua lejanía haciéndola tangible y parte nuestra. Que el “Jamiltepec antiguo” nos siga en-señando en la alegría, la dignidad y el respeto; también que nos alumbre en la mejor apropiación del mundo contemporáneo.
Dr. J. Fco. Ziga Gabriel, julio 2017.
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