Fricción interpuesta e identidad negra en la Costa de Oaxaca.

Francisco Ziga (1)

INI Jamiltepec

Red Regional por un Desarrollo Sustentable REDES.

Cuando preguntamos a cualquier gente que tenga alguna ligera idea sobre el modo de ser de la población negra de la Costa de Oaxaca, de inmediato aparecen imágenes como en un espejo que vuelve al pasado: los negros son flojos, displicentes, violentos, osados, temibles, pero también de gusto por el baile y el fandango. Son recurrentes las imágenes de un negro acostado en su hamaca “dándole vuelta a su puro”. Hay incluso un chiste costeño que a lo anterior adiciona que el hombre le urge a la mujer una inyección de contraveneno puesto que un alacrán –abundante en la zona- viene directo hacia él, aludiendo a su flojera hasta para moverse y evitar con ello el piquete ponzoñoso del animal. La mujer negra aparece en el mismo espejo destacando como objeto sexual además de su lenguaje grosero y directo.

Ahora bien, ¿dónde se hayan ancladas éstas formas de pensamiento? ¿qué significados encierran? ¿cómo se reproducen? ¿cómo lo está asumiendo actualmente la población negra? ¿cuáles son los elementos de constitución identitaria de éste grupo?, son algunas preguntas que nos formulamos en el presente ensayo y que no necesariamente pretendemos contestar; solo exponer algunas ideas y observaciones realizadas a lo largo de varios años de estancia en ésta región y de una mínima revisión bibliográfica, de por sí escasa.

La Costa es pasión que asfixia…

La Costa Chica de Oaxaca, que incluye tres distritos administrativos: Jamiltepec, Juquila y Pochutla, corresponde a una franja de entre 40 a 50 Km. de anchura y 250 de longitud aproximada donde existen condiciones fisiográficas de planicies costeras, lomeríos suaves, sierras y sabanas. Son espacios en que se han desarrollado diversos procesos productivos y de acumulación que han generado polarización social.

La región se ubica en el complejo montañoso denominado Sierra del Sur, correspondiendo una parte a la condición fisiográfica de planicie costera. Si avanzamos del mar hacia la sierra la primera formación encontrada son dunas costeras o acantilados; posteriormente se observa la condición de planicie costera en Jamiltepec y Juquila y lomerío suave en Pochutla; la condición inmediata corresponde a lomerío suave generalizado; pie de monte y finalmente sierra. Existe asimismo una porción de sabana en los límites con el Estado de Guerrero.

La región tiene un pasado compartido en término de las relaciones sociales En la época anterior a la conquista española existieron cuatro complejos culturales: el dominante señorío Mixteco de Tututepec, la cultura Chatina, los Zapotecas y los Nahuas de Pochutla, Tonameca y Huatulco. Estas culturas marcarían la historia hasta nuestros días.

El reino de Tututepec abarcaba toda la Costa de Oaxaca: “el límite era el Océano Pacífico, desde el Río Copalita un poco adelante del Puerto de Huatulco, en el oriente hasta Coahuitlán y límites con los Amuzgos de Guerrero. Por el poniente no llegaba mas al norte de Pinotepa de Don Luis, Yosocani y Chayuco… es probable que Ixtayutla quedara en la frontera. (Caso. 1992:146).

Los Chatinos ocuparon la planicie costera, entre Chacahua y Puerto Escondido, extendiéndose hasta la sierra, colindando hacia el norte con Sola de Vega. Desarrollaron un alianza con el reino de Tututepec, consolidándose una confederación regional (Rodríguez, et al 1989:113-114).

Los zapotecas de Tetiquipa, Coatlán, Cozualtepec y Loxicha habitaron la sierra y una porción muy pequeña de la costa entre Puerto Escondido y Tonameca. Algunos de éstos pueblos tenían que tributar doblemente: a sus caciques y a Tututepec. (Dahlgreen, 1990:185).

Finalmente el complejo Pochutla-Huatulco-Tonameca, menos estudiado que los anteriores, sea posiblemente de origen Tolteca (Gay 1986:28) ya que… “los toltecas, salidos de su patria después de tocar en California y algunos puertos de Jalisco, navegando en las aguas del Pacífico, llegaron a desembarcar en Huatulco. Otra hipótesis (Fernández 1988:147) propone influencia de la cultura maya. Lo cierto es que en las relaciones geográficas de 1580 (Del Paso y Troncoso, 1981:232-251) se establece claramente para los tres poblados: “Dizen que toda esta tierra fué de chichimeca y que la lengua que hablavan era la mexicana corrupta y disfrazada”. Respecto a su importancia poblacional es de mencionar de que ”…antes que los de Tututepec los sujetasen solían traer guerra con ellos y también con otros pueblos…” (Ibid. P. 235).

Las actividades de subsistencia lo constituían la agricultura y otras complementarias como la caza, manufactura, pesca o extracción de sal. (Rodríguez, et al.1986:127). El principal cultivo era el maíz asociado con frijol, calabaza y chile. También se cultivó el nopal, como sustrato para la explotación de la grana cochinilla, además del cacao, y el algodón. Estos tres productos se intercambiaban con otras regiones y funcionaban como objeto de tributo al interior del reinado de Tututepec. En cuanto a los instrumentos de trabajo solo hace mención de la coa (Ibid:127).

El sistema económico del reinado de Tututepec lo constituía el tributo, práctica que involucraba a toda la sociedad. Los macehuales o gente común tenían que tributar al cacique y éste a su vez tributaba al rey de Tututepec, quien a su vez, de haber sido conquistado por los mexicas, tributaba a Tenochtitlan (Ibid p.122). El tributo podía consistir en trabajo o en especie. Dalhgren (1990:181) sostiene que los caciques de los pueblos recibían de sus súbditos productos agrícolas mientras que aquellos tributaban sobre todo, artículos de lujo al rey de Tututepec.

La sociedad precortesiana del señorío de Tututepec estaba conformada por tres grandes grupos sociales: la nobleza, la gente común o comuneros y los esclavos.

Es decir que cuando los españoles bajaron a la Costa, se encontraron con sociedades sumamente complejas, diferenciadas y en tensión constante, pero articuladas política y económicamente por Tututepec. En su frenético deseo por el control del territorio, la gente y los recursos costeños, el español introdujo un nuevo actor: el negro, complejizando aún más las relaciones sociales.

El marfil negro

Los negros pisaron tierras del “nuevo mundo” casi a la par que los conquistadores. Pero los orígenes y los roles que les tocó jugar marcan diferencias sustantivas.

La población negra comenzó a llegar a la Costa Chica a mediados del siglo XVI en calidad de esclavos. Su llegada se atribuye a la escasez de fuerza de trabajo y a la explotación de los encomenderos. Las actividades a las que se dedicaban eran variadas, pero destacaban como capataces de los españoles con propiedades en la zona, como lugartenientes de los encomenderos, trapicheros en la industria del azúcar, pescadores en los cuerpos lagunares, arrieros -medio de transporte por excelencia- y principalmente como vaqueros de las estancias fundadas pasada la mitad del siglo XVI por ganaderos españoles. Esta última actividad les valió una relación francamente hostil con los indios, quienes siempre llevaron la peor parte, relación que persiste hasta ya entrado el siglo XX (Aguirre. 1985:52-59).

De hecho el tráfico de esclavos africanos formó parte de las iniquidades y del afán de dominio que los europeos trajeron consigo. Las enfermedades, que se tornaron en pestes, ayudaron a diezmar a la población indígena a favor de los conquistadores, pero el mismo abatimiento de la población afectaría la disponibilidad de fuerza de trabajo, tan necesaria para las actividades agrícolas y ganaderas. Esto obligó a los españoles a suplantar los brazos mixtecos por la fuerza de trabajo esclava. Con el pretexto de aliviar el trabajo de los indios el trafico esclavista incrementó sus cuotas. Este negocio fue compartido entre los españoles y los portugueses, quienes “vieron con complacencia moral éste hecho, en buena medida al sutil proceso por el que el africano se transformó en la mente europea del siglo XVI en el “negro”, un hombre que no solo era el único esclavo disponible sino que de hecho había nacido esclavo” (Bowser 1977:48). Así los españoles, que mantenían como propiedad el “Nuevo Mundo” se reservaron el derecho de extender las licencias para limitar numéricamente el tráfico, pero también para generar ingresos destinados a la Corona, ya que la flota marítima era controlada por los portugueses, quienes se encargaban del proceso operativo. Bowser (Ibid:53) menciona como la costa occidental de África estaba dividida en una serie de zonas o “contratos” para el cobro de impuestos para la Corona Portuguesa. Dichos contratos se daban en arriendo a particulares por un determinado número de años a cambio de una suma global, quienes a su vez hacían acuerdos con traficantes de esclavos deseosos de exportar africanos de sus regiones. El grueso procedía de la sección situada entre los ríos Níger y Senegal, conocido como Ríos de Guinea. Los españoles prefirieron esclavos de esa zona por su laboriosidad, alegría y adaptabilidad (p.62). Otra fuente de “marfil negro” eran los pueblos de las caletas de Benin y Biafra y los de zona del Congo y Angola (p.63).

La forma como eran obtenidos los esclavos en los primeros años del tráfico era mediante captura directa por la fuerza, pero posteriormente se utilizó el trueque con los jefes tribales. La esclavitud era común en la costa occidental africana, que se imponía a prisioneros de guerra y a los convictos de delitos como adulterio, asesinato y robo. Pero la demanda creciente de esclavos pronto estimuló los abusos de autoridad de los jefes tribales extendiendo la imposición de la esclavitud a delitos menores y se constituyó como un acicate para estimular las guerras intertribales con resultados inevitablemente destructivos (Bowser:70-71).

El transecto del viaje marino era en medio del mal trato, hacinamiento, enfermedades y escasa alimentación de una vez al día. La dieta: un plato de papilla de maíz o mijo y un poco de agua. En pequeños barcos se llegaban a transportar hasta 600 esclavos, cuyo índice de mortalidad en el cruce andaba por el 30% según algunas estimaciones (Ibid:77-78)

Una vez llegados los barcos a Veracruz, los negros eran arriados hasta la Ciudad de México, donde se daba el mayor mercado esclavista. Aguirre Beltrán (1985:63) afirma que los negros oaxaqueños provinieron de allá, pero sugiere que algunos debieron de haber sido introducidos por Acapulco.

Pero la misma osadía que siempre trató de utilizar el esclavista para su provecho, fue la causante de la rebeldía cimarrona. Se generó así un movimiento de resistencia constituida por los negros esclavos huidos de sus amos, formando agregados o palenques a lo largo de la costa. El caso mas sonado es el de los cimarrones de Huatulco. En 1579 el virrey Don Martín Enríquez trató de exterminarlos lanzando penas como la extirpación de genitales en caso de ser aprehendidos. Para 1591 el mismo virrey tenía conocimiento de que en Coyula desde 30 años atrás vivían negros cimarrones y que tenían siembras de maíz y algodón. En 1599 la misma autoridad ordena, al Alcalde Mayor de Huatulco, juntar un grupo de españoles e indígenas para su exterminio y quema de sus rancherías, casas y cementeras y entregar los cimarrones a sus amos. Este tipo de persecuciones fueron comunes durante toda la colonia; pero ello no logró vencer el deseo de libertad del negro (Aguirre 1985:52-60).

Soy el negro de la Costa…

La idea que nos hemos formado de la población negra tiene, como nos podemos dar cuenta, anclados sus orígenes desde los primeros años de la conquista. Un paso importante dentro del proceso de dominación y de asignación de roles, fue la transformación del esclavo africano, en “negro”, como lo ha mencionado Bowser. Las implicaciones de ésta ideología racista y su reproducción tienen que ver con las necesidades de la dominación para asegurar la supremacía española en el control de hombres y recursos. Esto se reproduce como una cuestión “normal” y lo podemos constatar en las ideas que plasmaron los historiadores y quienes dejaron testimonio escrito de los hechos ocurridos en los grandes movimientos de la Independencia y la Revolución. Echemos una ojeada en ese sentido.

El estallido del movimiento de independencia creó inquietud en la capital, villas y pueblos de Oaxaca, aunque la Costa Chica desde el principio de la revuelta se había manifestado adicta al gobierno establecido (Gay 1986:447). En noviembre de 1811, Antonio Valdés, vecino de Tataltepec proclamó la independencia, dando muerte a don Juan Manuel Egusqueira y otros 10 españoles. Posteriormente se le unieron indígenas de Jamiltepec, Huazolotitlán, Pinotepa del Rey (Nacional) y Pinotepa de Don Luis, llegando a juntar un ejército de 800 hombres (Ibid:488). Primeramente Valdés tomó Tututepec, fortificando el cerro de Chacahua, de donde partió a Huazolotitlán con el fin de tomar Jamiltepec. En Huazolotitlán, en el paraje Horno de Cal, el 12 de noviembre se dio un enfrentamiento con las tropas realistas de Juan Antonio Caldelas que reclutó a gente morena de la zona y apoyado por fuerzas organizadas por curas de Jamiltepec y Tututepec. Finalmente Valdés fue abatido por Caldelas en Chacahua el 19 del mismo mes. Ibid:159).

Aún con la derrota de Valdés el movimiento de criollos, pero fundamentalmente conformado por indígenas se mantuvo vivo gracias a la intervención de Vicente Guerrero, derrotando al ejército realista en varias ocasiones cerca de Jamiltepec. (Ibid: 159).

Por lo que podemos ver, el movimiento independentista adquiere tintes de guerra de castas: indios y mestizos inconformes contra españoles curas y soldados negros.

Después de lograda la independencia de España, los criollos y curas siguieron manteniendo las mismas porciones de poder. En 1855 se declararon abiertamente contra el gobierno liberal. En 1857 un grupo de conservadores de la Costa se levantaron en armas contra el Gobernador Benito Juárez. Los levantados reunieron 600 hombres, en su mayoría negros desde los llanos de Tututepec, de Chacahua, de la Cuadrilla al sur de Huazolotitlán y Pinotepa del Estado, dirigidos por el cura de Tututepec, Don Florentino Velasco. Contra él Juárez envió al Coronel Tiburcio Montiel y a los capitanes Joaquín Ortíz y Porfirio Díaz.

Con el imperio de Maximiliano, el general Juan Arteaga trataba en la Costa de organizar un batallón de negros para tomar Jamiltepec y Pinotepa. Al enterarse Porfirio Díaz tomó Pinotepa y el 20 de marzo de 1866 capturó Jamiltepec, reorganizando el gobierno republicano en todo el Distrito. (Ibid:168).

La independencia en nada modificó el problema inconmensurable de la tenencia de la tierra acaparada en unas cuantas manos. (Aguirre 1985:48). Los españoles siguieron siendo posesionarios de inmensas extensiones de tierra a costa de los indígenas expropiados. Esto daría pié a el levantamiento armado indígena de 1913, solo que aquí se viene abajo la idea del papel del negro como un grupo al servicio exclusivo de los rancheros y terratenientes. La alianza de comunidades que conformaron el bloque zapatista fue conformada tanto por indígenas como por los “bandidos de Poza Verde”, lo que hoy es Morelos, en el municipio de Santa María Huazolotitlán, como por los “bandidos de La Bocana”, en el actual municipio de Tapextla.

El campesinado, según Chassen y Martínez (1993:55) en Jamiltepec se componían principalmente de indígenas mixtecos. La población indígena continuó en posesión de tierras individual y comunalmente, pero con la privatización de las tierras comunales muchos fueron reducidos a medieros y otros fueron reducidos a peones. Los afroamericanos por su parte no eran dueños de la tierra pero poseían ganado y sembraban maíz, algodón, tabaco y algunas frutas, probablemente como medieros. La burguesía media (clase media para Chassen y Martínez) la conformaban los rancheros y comerciantes. Esta situación orilló a los indígenas a levantarse en armas, en un episodio singular, de intentos de restauración del reinado mixteco.

Ruiz Cervantes (1988:360-62) menciona que el levantamiento fue secundado en Jamiltepec, cuando Ramón Cruz se levanta en armas en la Cabecera Municipal.

Con la restitución del poder a los rancheros de Pinotepa y la desbandada de los indígenas, Juan José Baños se constituyó en el representante de Madero y posteriormente se anexo al carrancismo. Los indígenas por su parte, abrazaron la causa zapatista, que reivindicaba sus derechos sobre la tierra.

Chassen y Martínez (1993:56) sostienen que la movilización indígena desenmascaró los conflictos sociales y económicos en el área. La situación se agravó con la intromisión del componente étnico-racial, revestidos como estaban del lenguaje del sistema colonial de castas. Los indígenas de Pinotepa comprendían la relación entre raza y clase social cuando hablaban de ricos y pobres y de “gente indígena” y “gente de razón”. Los rancheros evitaron nomenclaturas económicas y equiparaban la palabra “indios” con “mentirosos, bandidos y animales” y aún “carnívoros-salvajes” términos aplicados por los que razonan, al comportamiento irracional, “animal”.

Un aspecto interesante de la rebelión es el intento de los indígenas de establecer un imperio mixteco, lo que lo caracteriza como un movimiento nativista o de restauración del pasado. Este fenómeno no es posible comprenderlo cabalmente en términos estrictamente de clase, sin considerar el componente étnico (Ibid. P.31).

Ahora bien ¿qué conclusiones podemos advertir en éste proceso de relación?

Primero, que se tiene que reconocer que durante toda la Colonia hay un deseo de libertad del esclavo negro y que se traduce en la existencia del palenque de Coyula, es decir que el hombre arrebatado del África y sometido a más denigrante condición, no le fue permitido un proceso de reconstitución, que aún con todas las limitaciones, trató, hasta donde pudo, de liberarse buscando el monte; segundo, que la mayor ruptura de los roles impuestos se dio en el proceso revolucionario de 1911, a través de una alianza entre comunidades negras con los pueblos mixtecos en torno al movimiento zapatista. Los negros, que a diferencia de muchos indígenas, no tenían tierras, se posicionaron en forma dual en el conflicto, pues los hubo zapatistas como carrancistas. Al respecto Darío Atristain (1964:9-10) nos dice “…se ha notado en la formación de la brigada ‘Plan de Guadalupe’ que la oficialidad, en su casi totalidad, la ha dado la raza blanca, que es ilustrada; la indígena ha dado muy poco contingente, en razón del amor que sienten por sus sembradíos y ser de índole pacífica; y la mayor parte de la tropa la ha dado la raza negra, tanto por su carácter belicoso y el gusto por la portación de armas, cuanto porque cuando las cosechas se pierden, no tienen ya que cuidar, y de soldados están en su elemento y tienen asegurada la subsistencia. Ellos, de por sí, son nómadas que constantemente cambian de residencia de uno a otro pueblo o ranchería de los de su misma raza”. Pero Atristaín –que pertenecía a la ‘raza blanca, ilustrada’- olvida llamar negros a los “bandidos de poza Verde” y los de “La Bocana”, que tenían seguramente, una vida más independiente puesto que vivían en la periferia del enclave de Pinotepa. Los negros comprometidos a fuerza con los carrancistas, eran los vaqueros o acasillados de las plantas desmotadoras de algodón o de plano los medieros que se encontraban en una mayor sujeción.

Con el reparto agrario las tierras de los rancheros y terratenientes fueron afectadas y la población negra, que había vivido en las planicies y sabanas y trabajado dichas tierras, fue beneficiada, pues la calidad de los suelos de aluvión de la planicie tiene ventajas con respecto a los lomeríos que fueron recuperados por los Mixtecos.

La invención del grupo negro : algunos elementos de su identidad para el desarrollo.

En las circunstancias arriba descritas, el grupo negro no puede, a diferencia de los indígenas que tienen un punto en común de donde anclarse, aludir a un pasado africano en un proceso de reconstitución, pues su condición de esclavo implicó su desarticulación completa. El proceso de segregación racial obligaría, por que no quedaba otro camino, a una autoinvención: el ser “negro con orgullo”.

Actualmente la población negra habita en los municipios de Santiago Tapextla, Santo Domingo Armenta, San José Estancia Grande, Santa María Cortijos, Santiago Llano Grande, Mártires de Tacubaya, Pinotepa Nacional, Santa María Huazolotitlán y San Juan Bautista Lo de Soto en alrededor de 26 comunidades que podrían ascender a unos 30 mil habitantes.

Bartolomé y Barabas (1989:25) sostienen que la etnicidad negra está fincada en “… la vigencia de una red de relaciones conectivas que lo articulan de manera informal pero inequívocamente estructurada” esta es la razón por la que éstos autores afirman que los negros de la Costa constituyen una etnia. “esta propuesta no se basa en la existencia de una cultura específica, sino en la vigencia de una red social (social network) que permite caracterizarlos en términos organizativos, siguiendo las conocidas formulaciones de F.Barth, que asimismo enfatizan la autoadscripción y adscripción por otros. La etnicidad negra no encuentra entonces su fundamento en la posesión de una lengua y una cultura alternas, sino en una singularidad organizativa y en el centenario mantenimiento de fronteras de interacción respecto a la población circundante, de la cual se encuentra racialmente diferenciada; es decir que el elemento contrastante de la identidad étnica es en éste caso dominante”.

Sin embargo es posible identificar muchos rasgos culturales propios como por ejemplo pautas de comportamiento individual y colectivo distintas de los indígenas y mestizos o por ejemplo la existencia de las danzas de Los Diablos, La tortuga y el Toro de Petate y los Sones de Artesa.

Danza del Toro de petate se baila en las comunidades de Río Viejo, La Boquilla de Chicometepec, Corralero y Collantes.

Los trajes utilizados son pantaloncillos hasta la altura de la rodilla y camisa de colores brillantes de tela satinada. Detrás de la camisa cuelgan escarchas brillantes de colores que le dan vida al conjunto del vestido. El jefe de los caporales utiliza una binza (látigo de cuero de res) , chaparreras y sombrero. También lleva una cuerda que en ocasiones utiliza para intentar lazar al toro. El resto de los danzantes, los caporales, portan un listón cruzado sobre el pecho con un moño en el cruce. Los sombreros son adornados con un lienzo brillante y se le ponen cuatro espejos y un machete ficticio colgando sobre el hombro derecho.

Don Pancho lleva una máscara y María Domínguez (la minga) también. Esta viste falda larga y blusa de colores llamativos, llevando una muñeca envuelta en un rebozo, la que representa a su hija.

Los arreglos de los sones se adecuan a la relaciones, las cuales están compuestas en forma de versos. La música que acompaña puede ser de viento (trompetas y saxofones o una armónica) y un tambor que marca el ritmo. Cuando los caporales enfrentan al toro, retumba solo, añadiendo suspensos e interés a la danza. (IOC 1994:17).

Danza de La Tortuga presenta variantes respecto a la forma en que se ejecuta en la zona indígena. En el caso de los afromestizos, la danza hace participar al público a través de un coqueteo exagerado de “La Minga” y los danzantes van formados en dos hileras y la tortuga gira alrededor, mientras que los indígenas bailan en redondo, en torno a la tortuga. Entre los morenos la danza se realiza de una forma mas frenética y a menudo se improvisan pasos, para después retomar los originales (Ziga 2000:29).

La Danza de Los Diablos actualmente se baila en algunas comunidades negras como El Azufre, Cacalotepec, José María Morelos, La Boquilla de Chicometepec, Rancho Viejo, Collantes y Lo de Soto, aunque en años pasados se bailó en otras que la han perdido.

La danza es un ritual dedicado al espíritu del dios negro Ruja, a quien honraban y pedían ayuda para liberarse de sus duras condiciones de trabajo, es por eso que al inicio de la danza se le invoca con respeto y reverencia. Este concepto de adoración a Ruja se trasladó por la veneración de los muertos, bailándose el 1 y 2 de noviembre (IOC 1994:22-23).

En Collantes la danza se interpreta por 16 a 20 danzantes, el jefe de estos y la minga, todo danzantes masculinos. Los diablos van vestidos con ropas gastadas y rotas, en su mayoría de color café con flecos en los bordes. Usan paliacates de color rojo en varias partes del cuerpo y una mascara de cuero, cornamenta y pelo de cola de caballo a manera de barba y bigote. La música utilizada es una armónica, una quijada de res y un teconte, que es una especie de tambor con el que producen sonidos rítmicos por fricción de una vara larga sobre la piel de tambor (membranófono de fricción). Este también es llamado “arcusa”, cuyo cuero debe ser de perro “para que suene”.

Los Diablos de Lo de Soto no utilizan el personaje de “La Minga”, sino que bailan en hileras comandados por “El diablón” . La máscara lleva muchas mas crines que en Collantes, y llevan además unas orejas enormes pintadas de blanco y negro. Van ataviados con capas de colores opacos para dar un espectáculo mas impresionante.

La música se acompaña por una trompeta y un tambor. Éste a veces participa solo, para dar una ambientación de misticismo y misterio. “El diablon” toca también , percutiendo con el puño, una mandíbula de burro o res. En los momentos mas álgidos, golpetea la mandíbula sobre el suelo, señalando el clímax de la danza (Ziga 2000:30)

El Baile de los Sones de artesa se han considerado como pertenecientes al género de las chilenas. La artesa es un tronco grande de una sola pieza, similar a una canoa colocada en forma invertida sobre unos palos, de tal manera que se encuentre levantada a unos centímetros del suelo; sobre la artesa bailan las parejas, de una en una, mientras las demás esperan su turno a un lado de la misma.

El zapateado se acompaña con música de violín, guitarra y un cajón; el zapateado y la música forman una unidad, la cual se logra gracias a la resonancia que produce la artesa. (IOC. P. 38-39). ¿Qué relación puede tener el baile sobre una canoa invertida con los barcos negreros que trajeron a los esclavos africanos? se ha preguntado el Pbro. Glyn Yemmont Nelson en algún Encuentro pasado. Yo me pregunto ahora: ¿acaso toda la destrucción cultural se celebra con un sentimiento completamente contrario a los sufrimientos impuestos?

En los sones de artesa en Collantes se acompañaba con el teconte o arcusa , arriba descrito, aunque actualmente ya no es así.

A partir de 1997, a instancias de grupos culturales y religiosos se vienen realizando los Encuentros de Pueblos Negros de Guerrero y Oaxaca, organizados por la Asociación Civil México Negro con la finalidad de “revalorar los elementos de la identidad que permiten iluminar, unificar y fortalecer el proceso de desarrollo de los pueblos negros de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, a partir del acercamiento progresivo y organizado entre ellos”. Los ejes articuladores del tercer encuentro de 1999 han sido: 1)Balance entre la identidad histórica y la actualidad; 2)Conocimiento/información/palabra y visión del futuro; 3)Unidad organizada vs. división y separativismo, y 4)Lo externo local/extranjero y lo propio. Los términos principales pasan por el camino que vá de la Identidad a la Unidad y de la Unidad al Desarrollo. En ese tenor, los temas que se han abordado son: nuestra tierra y lo que nos da; lo que heredamos del pasado; pariente-pariente; nuestro arte y el pueblo que queremos.

Por otra parte es importante reconocer el papel que han desempeñado los Encuentros Regionales de Música y Danza Indígena y Negra en José María Morelos, municipio de Santa María Huazolotitlán, donde confluyen las expresiones propias de toda la región cultural y que en los últimos años se ha trascendido hacia el abordaje de temas educativos y de interés de la población negra de Morelos, la “Poza Verde” de los bandidos de Atristain.

La negación de la culturas tanto indígenas como negras, constituye un largo episodio triste, de pensar a los otros como seres inferiores, pero la resistencia desesperada ha obligado a retomar formas de asociación como las “brosas” o los grupos de hombres que aún perviven en los Diablos. Bety Morales lo planteó en el último Encuentro celebrado en José María Morelos: “…eso se encuentra no solamente aquí, dondequiera que hay africanos hay estas asociaciones fuertes de hombres, donde son alianzas para rezarle a los antepasados, para agradecerle a los antepasados su fuerza, pero también esa misma fuerza para organizarla contra el enemigo que los quiera destruir”.

Los actuales procesos de invención o reinvención de la etnia negra van pasando por esos senderos, y en el camino se van descubriendo nuevas aspiraciones.

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[1] En: COLOQUIO SOBRE DISCRIMINACIÓN. Instituto Nacional Indigenista- Centro de Información y Documentación de los Pueblos de Oaxaca. Enero 2003. 48 pp.

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Ing. Francisco Ziga (1).

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Cuando se habla de la democracia hay una tendencia a pensar que esta equivale mas o menos a la organización y desarrollo de los procesos electorales, a la confrontación de las propuestas de gobierno que plantean los grupos o individuos aspirantes a las posiciones de poder. Pero también en otro orden de ideas se piensa una noción de democracia no separada de la vida cotidiana y común que vive la gente, de sus problemas y de las formas en que son resueltas sus carencias o aplazadas sus soluciones. Trataremos de incursionar en esta temática a través de una breve revisión de nuestra historia política reciente en el distrito de Jamiltepec, Oaxaca.

1988 marca un parteaguas en la historia nacional. En la Costa el electorado se inclinó por Cárdenas y como respuesta a las políticas neoliberales; pero también contra una situación regional que ya se había tornado intolerable, pues cuando menos hasta ese año se consideraba grave cualquier comentario contra los poderes regionales, sobre todo por la bien montada red de informantes de quienes controlaban la situación. Los pioneros de la lucha social le entraban a costa de las amenazas sobre sus vidas. El dominio económico y político durante esos años, estuvo basado en la violencia y el terror por los grupos de guardias blancas. El avance de las luchas campesinas en los ochenta necesariamente pasa por éstas pruebas, pues cualquier intento de organización independiente era tildado como un desorden y desacato a los poderes locales. Pero el empuje del movimiento de los campesinos crearía cierta independencia económica y política de los acosantes poderes regionales.

En 1988 con el PRD se inician nuevas formas de hacer política al pasar de las coordinaciones locales a las redes regionales. Los primeros intentos organizativos del PRD en el Distrito se generan como focos en Huaxpaltepec y en San Pedro Jicayán por conflictos políticos interétnicos. En 1991 la UCD retoma el descontento en zona, al reunir en Pinotepa Nacional a 35 autoridades ejidales, municipales y organizaciones campesinas en contra de las modificaciones anunciadas al Artículo 27 Constitucional, por la defensa del ejido y la constitución de una organización regional. En 1992 se conquistan los municipios indígenas de San Lorenzo y Santiago Tetepec. Durante 1992 a 1995 se forman la Unión Regional de Organizaciones Campesinas de la Costa de Oaxaca y la Comisión Regional de Derechos Humanos.

En 1995 el PRD logra importantes triunfos. Estos resultados son producto tanto de la combinación del trabajo organizativo con el movimiento político, como de la creciente corrupción de los ediles priístas en circunstancias en las que existían ya las condiciones y la cobertura para efectuar las denuncias civiles. Así se ganan seis de los 24 municipios del Distrito de Jamiltepec: Pinotepa Nacional, Jamiltepec, Cacahuatepec, San Juan Colorado, San Sebastián Ixcapa y San Lorenzo.

Sin embargo los resultados de las gestiones a veces no han sido los esperados por la población, mas aún cuando se reproducen las mismas prácticas viciadas del pasado inmediato y la esperanza sigue aplazada. Pero debemos al PRD el mérito de haber abierto la posibilidad de que la gente pudiera manifestarse en las urnas con cierta libertad; de abrir espacios a la participación en las coordinaciones sociales integradas; de empezar a hablar de la existencia de los derechos humanos, políticos y ciudadanos, con el antecedente de la lucha campesina y que a la manera de una guerra sorda, segó vidas que han quedado en la impunidad.

Existe, también un conjunto de prácticas desarrolladas por las comunidades mixtecas en la región que actualmente están enriqueciendo las formas de gestión local-regional. Me refiero a los refinados sistemas de cargos y a los procedimientos de acceso a ellos. También a una serie de prácticas de autoayuda y solidaridad en varios niveles. Allí la sociedad regional puede observar propuestas de gobiernos que sí funcionan, en vez de ponerse de lado de la corriente de homogeneización y negación de la diversas formas culturales indígenas.

El reto democrático en la región, y mas allá de ella, es la construcción de espacios comunes no solo en el campo político, sino también en el terreno social, económico y ecológico, por una cultura de respeto a la naturaleza con formas productivas y uso de tecnología apropiada, en contra de modelos de desarrollo agrícola ineficientes y de formas de relación excluyentes económica, política y culturalmente. Solo en ese plano es deseable una reforma del Estado que haga valer las disposiciones en materia de participación social en las estructuras de gobierno y reconozca las diversas formas de gestión de los grupos sociales. Y en varios de los sentidos mencionados, en Costa Chica existen ejemplos a emular.

El problema es que las grandes decisiones que tienen que ver con la democracia, como es el caso de la reforma de Estado y el reconocimiento de la autonomía indígena, están en manos de los partidos políticos quienes hasta ahora no han hecho mas que perseguir los mismos ideales de modernidad que nos mantienen en la situación presente, como la absurda apuesta a la inversión privada como el remedio de todos nuestros males. ¿Habrá otras opciones para salir de esa red angustiante?. Quizá la respuesta, como la de muchos males, esté mas cerca de lo que pensamos: el asunto es constuírla.

[1] Publicado en el Periódico OPINIÓN. No. 1. diciembre 2003. Pinotepa Nacional, Oaxaca.

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Publicada el por zigga | Comentarios desactivados en Democracia y procesos electorales

Las transfiguraciones permanentes: Campesinos y electores en la Costa de Oaxaca, México (1).

Francisco Ziga.

Red Regional por un Desarrollo Sustentable de la Costa de Oaxaca.

Septiembre 2002

1.- LA SUTIL NEGACIÓN.

Cuando se habla de la Costa Chica generalmente se hace referencia geográfica a un extenso corredor, mas o menos homogéneo en términos fisiográficos, que va desde Acapulco, Guerrero, hasta Huatulco, Oaxaca, de modo que los límites estatales establecen subregiones convencionales. Pero dicha homogeneidad fisiográfica no se corresponde con una pretendida región homogénea en términos culturales, pues en dicho corredor conviven, en su porción oaxaqueña, agregados de las etnias Amuzga, Mixteca de la Costa, Afromexicana, Chatina, Zapoteca y los mestizos. Me atrevo a pensar que dicha idea de región llamada Costa Chica, esconde tras de sí, una sutil negación de las diferencias culturales y sobre todo de lo indígena Esta pluralidad, a la hora de la constitución de las diferencias, establece un más denso entramado, donde afloran no solo las posiciones del campo económico, sino también aparecen las fricciones interétnicas resultantes de las distinciones culturales. En este breve análisis hacemos referencia a los movimientos campesinos y a la lucha por la democracia política en una porción de la Costa Chica Oaxaqueña: el distrito político de Jamiltepec, limítrofe con el estado de Guerrero.

2.- DEL AUTOABASTO A LA AGRICULTURA ORGÁNICA.

Bien dice Armando Bartra ([2]) que las dos vertientes de la movilización popular tienen que ver por un lado con movilizaciones sociales reivindicativas y por el otro con luchas cívicas por la democracia política, y que hasta ahora los procesos gremiales y los despliegues ciudadanos han seguido cursos divergentes, lo que constituye “ la historia de un desencuentro”, condicionado por el hecho de que la democracia política y la justicia socioeconómica son instancias distintas –aunque complementarias- y configuran dos caras diferentes de un mismo sujeto, donde por un lado, el pueblo aparece como contingentes de ciudadanos políticamente actuantes, y por el otro, como sectores y clases gremialmente estructurados. Esta primera distinción, nos puede ayudar a proporcionar un “orden” y al mismo tiempo a establecer relaciones entre los movimientos de lucha campesina y la construcción de la ciudadanía en las últimas dos décadas del siglo pasado.

Después de la brutal represión que siguió a un periodo de lucha clandestina entre 1973 a 1975, los años subsiguientes estuvieron marcados por un reflujo del movimiento campesino. Dicho periodo de tensa calma que se prolonga hasta inicios de los ochenta estuvo fincado en el miedo creado por la represión, pero también en la desilusión resultante de las luchas infructuosas recientes.

A finales de 1979, la Presidencia de la República crea el Programa Conasupo-Coplamar, con el componente de la participación social comunitaria, con el fin de institucionalizar los descontentos y las demandas a través de los Consejos Comunitarios de Abasto, que serían instancias regionales de participación. Según el reglamento de operación del programa CONASUPO-Rural ([3]), como se llamaría después, la Asamblea de Consejo Comunitario de Abasto se constituye como “… el máximo órgano de representación de las comunidades … abastecidas por un almacén… tiene como objetivo vigilar el flujo de productos básicos hacia las comunidades, así como cuidar que el uso de la infraestructura existente sea optimizada en beneficio de éstas”. Para el caso de Jamiltepec, en 1981, se instala el Almacén Rural en San Andrés Huaxpaltepec, con su respectivo Consejo. Así se abre un nuevo frente de lucha con una demanda creada: el abasto de productos básicos e industrializados hacia las comunidades.

Las movilizaciones que por estas causas se desataron de 1984 a 1986, se dieron a través de una Coordinadora Estatal de Consejos Comunitarios, centrando las demandas en elevar la eficiencia en el abasto y contra la corrupción de los funcionarios. Contra resultados negativos, el Consejo de Huaxpaltepec emprendió un programa de autoabasto, que de 1986 a 1989 incrementó su capital en cien veces, beneficiando con ello a las comunidades a través del abasto de productos que no surtía DICONSA. Para finales de los ochenta, el Consejo de Huaxpaltepec en un Boletín informativo ([4]), se queja “hemos emprendido infinidad de luchas por obtener un abasto suficiente y oportuno y solo hemos encontrado una empresa con alta burocracia, una administración deficiente y con funcionarios desinteresados por resolver los problemas que aquejan a las comunidades”.

Pero se planteaba también la necesidad de abordar otros problemas, como el aspecto productivo y la comercialización de los productos del campo, así, a instancias del Consejo, en 1986 se constituye legalmente la Unión de Ejidos “El Despertar Campesino” integrándose los ejidos de Ixcapa, Camotinchán, Vista Hermosa, La Cañada del Totomoxtle, Costatitlán, Pie de la Cuesta, José María Morelos, El Carrizo y Buena Vista. Las demandas planteadas por la Unión ante el gobierno fueron numerosas. Solo funcionaron algunos proyectos como la comercialización de limón en José María Morelos y la distribución de insumos en los demás ejidos. Una demanda importante, la creación de una unión de crédito, nunca pudo consolidarse por la falta del capital social inicial. En la Unión también se abordaron problemas agrarios, lo que fue motivo de movilización de los campesinos para presionar a la Delegación de la Reforma Agraria en Oaxaca. Todos estos reclamos insatisfechos y su entrelazamiento con otros problemas comunitarios causaron la muerte de dos activos compañeros: Don Vidal Javier Carmona de Pie de la Cuesta, quién por ello también estuvo preso en la cárcel de Jamiltepec y Joel Martínez Viviano, de José María Morelos, integrante del Comité de Comercialización de limón en la Unión. El movimiento local para ese entonces se articulaba con la red de la Unión Nacional de Organizaciones Campesinas Autónomas UNORCA, enfocada a la gestión de programas y proyectos y al intercambio de experiencias organizativas y de información para el desarrollo. El “Despertar” fue un sueño campesino que se tornó pesadilla.

En 1989, el Consejo de abasto, durante una visita de Carlos Salinas a Pinotepa Nacional, demandó el reconocimiento de las pérdidas totales y parciales por ANAGSA; crédito agrícola para 1990 y aclaración de causas de las carteras vencidas; abasto suficiente, oportuno y barato por parte de DICONSA; recapitalización de tiendas campesinas ; otorgamiento de un precio de garantía mas justo para el maíz, ajonjolí y copra; concesión en la distribución de fertilizantes y azúcar; apoyo para la instalación de una tienda de materiales de construcción y productos químicos; aclaración del asesinato de Vidal Javier Carmona de Pie de la Cuesta y castigo a los culpables ([5]). Estas demandas jamás fueron atendidas.

Para finales de los ochenta y principio de los noventa, el Consejo de Abasto decide entrarle por su cuenta con los escasos recursos locales a apoyar a grupos de productores indígenas de café y miel en los procesos de comercialización. Así nace la Unión de Cafetaleros de la Costa “Al Pié de la Montaña Verde”, cuya cobertura era de cuatro localidades en tres municipios, 192 productores y 490.01 ha. En 1990 modifican su denominación, quedando como Unión de Cafetaleros de la Costa; para entonces agrupaban a 11 localidades de cinco municipios, 581 productores y 1690 ha. Para marzo de 1992 se logra el reconocimiento legal con la actual denominación de Unión de Ejidos Cafetaleros “Zona Costa” integrándose formalmente por siete ejidos, una sección y dos Unidades Económicas Especializadas de Aprovechamiento Forestal: diez localidades participantes, con 572 productores y 1,667 ha de café.

A partir de su participación en la Coordinadora Estatal de Productores de Café del Estado de Oaxaca, que aglutina a 46 organizaciones regionales, en 1999 la Unión de Cafetaleros Zona Costa determinó iniciar el proceso de producción de café orgánico. En un principio con 200 productores bajo éste sistema y actualmente son 300 los que han obtenido la certificación de OCIA INTERNACIONAL y CERTIMEX. Las metas próximas son alcanzar la certificación de 800 productores y consolidar a la organización como productora de café orgánico, con una producción de entre tres mil a cuatro mil quintales por cosecha. Este proceso de conversión ha recibido una respuesta favorable de parte de los productores, pues ha despertado el entusiasmo que generan la obtención de un sobreprecio por su producto; la adopción de técnicas basadas en el aprovechamiento de los productos locales y la sinergia que representa la relación con agentes externos preocupados también por el cuidado del medio natural. Y en la misma preocupación de asegurar mercados, han vuelto los ojos hacia la misma región, con una marca de café Chaa-Yucu para abastecer el mercado regional con un producto orgánico de alta calidad.

Un proceso mas o menos paralelo siguió la organización de apicultores. A inicios de los noventa se constituyeron como Sociedad Civil Productores de miel “Flor de Campanilla” que opera en siete comunidades indígenas de cinco municipios con una capacidad productiva de 72.25 toneladas por ciclo para el año 2000. A partir de 1997 han iniciado con la producción de miel orgánica que se exporta principalmente al mercado europeo y dentro de las redes del mercado justo. Un proyecto estratégico para ellos es el de la envasadora de miel, pues esto permitirá interactuar a nivel regional para ir armando los circuitos regionales de mercado con productos de calidad para la población local.

A raíz de un encuentro de la Red Historia, Naturaleza, Cultura y Sociedad de la Costa de Oaxaca efectuado el 21 de noviembre del año 2000, los cafetaleros y mieleros orgánicos han decidido estrechar vínculos, iniciando con acuerdos de uso compartido del territorio: los cafetaleros permiten la instalación de apiarios de la “Flor de Campanilla” en sus predios y estos a cambio reciben capacitación para la diversificación de sus ingresos. Ahora se habla ya de un frente regional de productores orgánicos para frenar el uso indiscriminado de agroinsumos químicos, capacitar a otros productores para difundir las técnicas orgánicas, intercambiar experiencias e información y generar políticas regionales de una agricultura sustentable, retomando las formas tradicionales de asociacionismo y solidaridad grupal.

3.- PRECONDICIONES Y ELECCIONES.

En 1988 en la Costa, como en muchos lugares, el electorado se volcó en las urnas no solo a votar por Cárdenas y en contra de un gobierno que ya mostraba signos de implementación de políticas neoliberales, hoy tan severamente cuestionadas, sino también contra una situación regional que ya se había tornado insoportable, pues cuando menos hasta ese año se consideraba un grave error hablar en lugares públicos sobre cuestionamientos políticos, pues una bien armada red de “perros de oreja”, actuaban como informantes de quienes controlaban la situación. Quienes se decidían a participar políticamente, andaban “en el ojo de un venado” . Los seis militantes del PPS víctimas de las guardias blancas en los setenta son solo la punta de un iceberg. El dominio económico y político durante esos años, estuvo basado en el mantenimiento de los intereses por medio de la violencia y el terror. Grupos de guardias blancas no solamente se dedicaban a resguardar los intereses en la región, sino, a la manera de una concesión, se les permitía por los gobiernos en turno, operar a cambio de mantener controladas ciertas zonas. El desarrollo de las luchas campesinas en los ochenta necesariamente pasa por éstas pruebas, pues cualquier intento de organización independiente era tildado como un desorden y desacato a los poderes locales.

Pero como no todo en esta vida se puede controlar, los lazos del “Despertar Campesino”, el Consejo Comunitario y la red UNORCA, actuaron como un factor para romper con el miedo. En el encuentro celebrado por esta red nacional en 1997 en Atoyac de Álvarez, Guerrero y donde asistió gente del “Despertar” y del Consejo, la gente ya hablaba con mucho entusiasmo de Cárdenas, aunque varios líderes de la UNORCA ya habían sido cooptados por Salinas.

El colapso financiero de uno de los grupos fuertes de la región y la llegada de un gobernador populista en el estado, permitieron el florecimiento de otras agrupaciones locales y regionales, como las Unidades Especializadas de Aprovechamiento Forestal Ejidal que se constituyeron casi en todos los ejidos de la parte serrana de Jamiltepec, así como la Unión de Ejidos Forestales “Yucutasu”, creando las condiciones de cierta independencia económica y política cuando menos de los acosantes poderes regionales.

Si para 1988 la lucha de las organizaciones sociales y económicas había trascendido los ámbitos locales, los movimientos políticos de oposición, se circunscribían hasta entonces a nivel comunitario ([6]) o a lo más a nivel municipal ([7]). Con el PRD se inician nuevas formas de hacer política al pasar de las coordinaciones locales a las redes regionales.

Los primeros intentos organizativos del PRD en el Distrito lo generan, en 1988, algunos asesores y líderes del Consejo de Huaxpaltepec. Paralelamente en un conflicto intraétnico en San Pedro Jicayán, se crea un organismo llamado “Cuarenta Tatamandones”, que impulsa un candidato municipal a la presidencia en 1989, inaugurando las administraciones paralelas: una priísta y otra perredista.

En 1991 el PRD a través de la recién creada Unión Campesina Democrática (UCD) retoma el movimiento de la zona. Reúne el primero de diciembre de 1991 en Pinotepa Nacional a 35 autoridades ejidales, municipales, ejidatarios y organizaciones campesinas de la región. En esta reunión se acordó: protestar ante el ejecutivo federal y estatal y los Congresos de la Unión y Local por las modificaciones anunciadas al Artículo 27 Constitucional, sumarse a una movilización nacional por la defensa del ejido, exigir al presidente Salinas un referéndum nacional efectivo a los campesinos de todo el país, la constitución de una organización regional campesina y una marcha-bloqueo de la carretera internacional por unas horas ese mismo día ([8]).

En 1992 se conquistan dos municipios indígenas: San Lorenzo y Santiago Tetepec. Durante 1992 a 1995 se forma la Unión Regional de Organizaciones Campesinas de la Costa de Oaxaca (UROCCO) integrada por organizaciones locales constituidas la mayoría como Sociedades de Solidaridad Social. Para este tiempo se tiene ya creada la Comisión Regional de Derechos Humanos que sería un puntal importante para el PRD en la región.

La mas fuerte presencia se hace notar en las elecciones de 1995, cuando el PRD logró importantes triunfos. Estos resultados son producto tanto de la combinación del trabajo organizativo con el movimiento político, como de la creciente corrupción de los ediles priístas en circunstancias en las que existían ya las condiciones y la cobertura para efectuar las denuncias civiles o de los partidos de oposición. En noviembre de 1995, el PRD conquista seis de los 24 municipios del Distrito de Jamiltepec: Pinotepa Nacional, Jamiltepec, Cacahuatepec, San Juan Colorado, San Sebastián Ixcapa y San Lorenzo. La diferencia de votos en algunos casos fue por amplio margen, por ejemplo en Pinotepa Nacional, donde 4,696 votaron por el PRD, mientras que 3,545 por el PRI.

Pero en estos resultados notamos un aspecto que aflora en varios municipios de la Costa: algunos sectores de la burguesía agraria y comercial desplazados políticamente de las filas del PRI han apoyado velada o abiertamente al perredismo, canalizando fondos o especies hacia los movimientos y transmutándose la lucha de los partidos en espacios de competencia entre distintos grupos de poder, que se disputan el control de los espacios municipales y todo lo que implica la administración de los recursos económicos, la administración de los patrimonios e infraestructuras municipales, el uso de los espacios públicos para la instalación de ciertos negocios lícitos o ilícitos, la administración de la “justicia de paso” y el de los cuerpos de las policías municipales que a veces se tornan estratégicos. Y afloran aquí los fraccionamientos, que a la hora de las elecciones, truenan muchas veces contra las posibles victorias. La desilusión aparece en la ciudadanía cuando los mismos líderes reconocen que “…no estamos listos para la democracia al interior de nuestro partido y por eso nuestros candidatos a diputados no los elige nuestra militancia, sino son designados desde el centro”. Entonces, ¿cuál democracia?.De los otros partidos, ya ni hablemos.

Aún con todo, corresponde en una buena parte, al PRD el mérito de haber abierto la posibilidad de que la gente pudiera manifestarse en las urnas con cierta libertad; de abrir espacios a la participación en las coordinaciones sociales integradas; de empezar a hablar de la existencia de los derechos humanos, políticos y ciudadanos; pero esto hubiera sido aún más difícil si no es por la lucha campesina antecedida y que a la manera de una guerra sorda, segó vidas que han quedado en la impunidad.

4.- LA OTRA COSTA CHICA Y EL OTRO CAMPESINADO

La construcción de la idea de la región llamada Costa Chica, necesariamente pasa por la perspectiva de homogeneización cultural, y al igual que la regionalización política, constituyen la negación de la diversas formas culturales indígenas, con sus estructuras organizativas, sistemas de cargos, relaciones intra e intercomunitarias y sus usos y costumbres en general. Esa otra Costa Chica ha aparecido en los reclamos que intermitentemente hacen brotar los indígenas, los campesinos y los electores.

El nuevo campesinado indígena –terca y calladamente- sin muchos aspavientos, está mostrando hoy, lecciones inéditas de construcción de espacios democráticos, mostrando que son una vía de construcción societal; de diseño de estrategias asociativas y participativas novedosas; de hermanamiento e identificación franca entre organizaciones a través de acuerdos de respeto a la palabra; de respeto a la naturaleza con la puesta en marcha de formas productivas y uso de tecnologías de bajo impacto ambiental. En pocas palabras, superando con creces la miopía empresarial de ganancias rápidas con altos costos socioambientales; de la miopía institucional que sigue impulsando modelos de desarrollo agrícola ineficientes y depredadores y de la miopía política de aquellos que, bajo la bandera de la democracia, pretenden seguir perpetuando formas de relación excluyentes económica, política y culturalmente.

El nuevo campesino, que participa en las coordinaciones sociales y se preocupa por su ambiente, está buscando ahora su inclusión en los poderes municipales, no solo en la perspectiva del acceso a los recursos financieros, sino con la idea de la reconstrucción del territorio que implican sus nuevas demandas. El caso de Ecosta Yutu Cuii así lo muestra.

Y en una transfiguración permanente, se pasa de un campesino callado a otro disidente; de representante acotado por instrucciones gubernamentales, a otro abierto a problemáticas diversas; de un campesino aislado en su parcela, a otro que participa en redes regionales e internacionales; de ser un agricultor convencional a otro preocupado por su ambiente natural; de ser un campesino, a ser un elector.

[1] Ponencia presentada en Seminario de Antropología Política en el taller EL ESTUDIO DE LOS PROCESOS ELECTORALES EN EL ESTADO DE OAXACA. 13 y 14 de septiembre 2002. Oaxaca, Oax. CIESAS-CONACYT. Publicado en la revista FANDANGO No 3. invierno 2003, Pinotepa Nacional, Oaxaca.

[2] En Guerrero Bronco. Campesinos, ciudadanos y guerrilleros en la Costa Grande. Ed. Sinfiltro, México. 1977, 196 pp.

[3] Reglamento expedido en 1986, por Diconsa Rural.

[4] Año 2, nº 2, mayo de 1989.

[5] Carta abierta. Diciembre de 1989.

[6] Como la presencia del sinarquista Partido Demócrata Mexicano en la comunidad afromestiza de José María Morelos y el PPS en Jamiltepec.

[7] El PARM en los pueblos negros de “la llanada” y el PFCRN en Huaxpaltepec, con triunfos electorales municipales en 1980, 1983 y 1989.

[8] Acta de acuerdos. 1º diciembre 1991.

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LAS TRANSFIGURACIONES PERMANENTES: CAMPESINOS Y ELECTORES EN LA COSTA DE OAXACA by José Francisco Ziga Gabriel 2023. Licensed under a Creative Commons Atribución-Compartir Igual. 4.0 Internacional.

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Migración en la Mixteca de la Costa, Oaxaca, México

Por: Francisco Ziga

El fenómeno de la migración es reciente para la Mixteca de la Costa, considerándose que es a partir de principios de la década de los noventa cuando se acentúa, por efecto del agravamiento de la situación económica de sus pobladores. Actualmente se pueden observar comunidades donde las mujeres pasan a ser cabeza de familia. Esto sucede tanto en comunidades indígenas como afromestizas. Por lo novedoso del fenómeno migratorio, no se cuenta con datos estadísticos que reflejen lo anterior.

Para conocer el perfil de los migrantes de esta región, se esta efectuando, en coordinación con un equipo de investigación del CIESAS, un estudio sobre las causas y efectos del fenómeno migratorio y su relación con los procesos de construcción de identidades. Como parte de lo anterior se está realizando una Encuesta Telefónica a 100 migrantes, cuyos adelantos presentamos acontinuación.

Una muestra de 50 encuestas nos muestra que el 68% de los migrantes solo cuenta con estudios de primaria; el 26% tiene hasta un nivel de secundaria y el 4% hasta la preparatoria. Lo anterior muestra claramente la baja calificación de la mano de obra migrante, lo que origina que reciban los mas bajos salarios en este país, pues el 86% de los entrevistados reciben un salario de 6 a 8 dólares por hora mientras que solo el 14% gana mas de los ocho dólares. Los sectores de actividad productiva de empleo de la mano de obra es en un 46% en el sector de servicios, como restaurantes, jardinería y tiendas; el 38% en el sector agrícola y el 16% en la industria. Todos estos trabajos de escasa calificación.

En cuanto a la estacionalidad del trabajo a referir encuesta reporta que el 56% se emplean en trabajos temporales y el 42% en trabajos permanentes, lo que refleja la inestabilidad e inseguridad en el empleo.

Los destinos de la mano de obra migrante se dan mayormente hacia la Costa Oeste de los Estados Unidos en el Estado de California con un 52%; la Costa Noreste, en New York con un 14% y en New Jersey con un 4%. El resto, 30% se reparte en los estados de Carolina, Alabama, Virginia, Chicago, Houston, Atlanta y Texas.

Los rangos de edades detectados son los siguientes: un 70% de los encuestados tienen entre 19 y 40 años, que se considera como la edad productiva de mayor rendimiento; un 24% son menores de 18 años y un 6% mayores de 40 años. Las observaciones realizadas en comunidades de la región muestran que hay mayor predisposición de los jóvenes a migrar, lo que se refuerza por el hecho de que el 74% de los entrevistados son solteros mientras que el 26% son casados. La distribución sexual se da de la siguiente manera el 82% son hombres mientras que solo el 18% son mujeres.

Uno de los problemas inminentes de la población migrante es el de la lengua, pues el 76% de los encuestados no habla inglés; el 20% reconoce hablar “poco” y solo el 4% domina el inglés. Esto refleja la desventaja en la que se encuentran la población migrante mexicana en el mercado de trabajo norteamericana.

Respecto al dominio de la lengua indígena el 62% de los entrevistados reconoce que no habla lengua indígena y el 38% puede hablar mixteco o chatino. Si hacemos un comparativo con el porcentaje de la población indígena regional que asciende al 34% se observa una mayor proporción de estos sectores dentro del conjunto de la muestra.

Podemos observar, apartir de los resultados de la muestra, que la migración no esta afectando sensiblemente la estructura de organización comunitaria (sistemas de cargo) pues el 64% no ha tenido cargo dentro de la comunidad y el 36% a ocupado cargos menores como comité de escuela, topil y solo en un caso Agente de Policía Municipal. Las expectativas de retorno a México son afirmativas en 96%, es decir que si piensan regresar mientras solo el 2% no piensan regresar y el restante 2% no sabe.

En cuanto a los efectos económicos, sobre las unidades de producción campesina son por lo pronto difíciles de calcular pero lo que si observa es el cambio del paisaje urbano, pues la canalización de los recursos de las remesas enviadas son en primer lugar hacia la construcción de viviendas de materiales industrializados y en segundo termino a la adquisición de terrenos y la puesta en marcha de pequeños negocios como tiendas y servicios diversos.

Una muestra tomada en San Andrés Huaxpaltepec, municipio prulietnico con población indígena, mestiza y afro mestiza muestra que el 50% de las familias están recibiendo o han recibido en el pasado inmediato, recursos provenientes de la migración hacia los Estados Unidos, lo que las coloca en mejores condiciones de vida y con mayores posibilidades de emprender pequeños proyectos que permitan la reproducción familiar.

Como fenómeno de dispersión poblacional, la migración tiene como finalidad la búsqueda mejores condiciones de vida y oportunidades de empleo. En los últimos años el fenómeno cobra relevancia teniendo como destino los EE UU; la migración estacional es también importante a nivel local y regional, principalmente hacia los centros de producción de cultivos y productos orientados al mercado.

El fenómeno de la migración hacia loe Estados Unidos es reciente para la Mixteca de la Costa, considerándose que es a partir de principios de la década de los noventa cuando se acentúa, por efecto del agravamiento de la situación económica de sus pobladores. Actualmente se pueden observar comunidades donde las mujeres pasan a ser cabeza de familia. Esto sucede tanto en comunidades indígenas como afromestizas. Por lo novedoso del fenómeno migratorio de la migración, no se cuenta con datos estadísticos que reflejen lo anterior.

Para conocer el perfil de los migrantes de esta región, se esta efectuando, en coordinación con un equipo de investigación del CIESAS, un estudio sobre las causas y efectos del fenómeno migratorio y su relación con los procesos de construcción de identidades. Como parte de lo anterior se está realizando una Encuesta Telefónica a 100 migrantes, cuyos adelantos presentamos a continuación.

Una muestra de 50 encuestas nos muestra que el 68% de los migrantes solo cuenta con estudios de primaria; el 26% tiene hasta un nivel de secundaria y el 4% hasta la preparatoria. Lo anterior muestra claramente la baja calificación de la mano de obra migrante, lo que origina que reciban los mas bajos salarios en este país, pues el 86% de los entrevistados reciben un salario de 6 a 8 dólares por hora mientras que solo el 14% gana mas de los ocho dólares. Los sectores de actividad productiva de empleo de la mano de obra es en un 46% en el sector de servicios, como restaurantes, jardinería y tiendas; el 38% en el sector agrícola y el 16% en la industria. Todos estos trabajos de escasa calificación.

En cuanto a la estacionalidad del trabajo a referir encuesta reporta que el 56% se emplean en trabajos temporales y el 42% en trabajos permanentes, lo que refleja la inestabilidad e inseguridad en el empleo.

Los destinos de la mano de obra migrante se dan mayormente hacia la Costa Oeste de los Estados Unidos en el Estado de California con un 52%; la Costa Noreste, en New York con un 14% y en New Jersey con un 4%. El resto, 30% se reparte en los estados de Carolina, Alabama, Virginia, Chicago, Houston, Atlanta y Texas.

Los rangos de edades detectados son los siguientes: un 70% de los encuestados tienen entre 19 y 40 años, que se considera como la edad productiva de mayor rendimiento; un 24% son menores de 18 años y un 6% mayores de 40 años. Las observaciones realizadas en comunidades de la región muestran que hay mayor predisposición de los jóvenes a migrar, lo que se refuerza por el hecho de que el 74% de los entrevistados son solteros mientras que el 26% son casados. La distribución sexual se da de la siguiente manera el 82% son hombres mientras que solo el 18% son mujeres.

Uno de los problemas inminentes de la población migrante es el de la lengua, pues el 76% de los encuestados no habla inglés; el 20% reconoce hablar “poco” y solo el 4% domina el inglés. Esto refleja la desventaja en la que se encuentran la población migrante mexicana en el mercado de trabajo norteamericana.

Respecto al dominio de la lengua indígena el 62% de los entrevistados reconoce que no habla lengua indígena y el 38% puede hablar mixteco o chatino. Si hacemos un comparativo con el porcentaje de la población indígena regional que asciende al 34% se observa una mayor proporción de estos sectores dentro del conjunto de la muestra.

Podemos observar, a partir de los resultados de la muestra, que la migración no esta afectando sensiblemente la estructura de organización comunitaria (sistemas de cargo) pues el 64% no ha tenido cargo dentro de la comunidad y el 36% a ocupado cargos menores como comité de escuela, topil y solo en un caso Agente de Policía Municipal. Las expectativas de retorno a México son afirmativas en 96%, es decir que si piensan regresar mientras solo el 2% no piensan regresar y el restante 2% no sabe.

En cuanto a los efectos económicos, sobre las unidades de producción campesina son por lo pronto difíciles de calcular pero lo que si observa es el cambio del paisaje urbano, pues la canalización de los recursos de las remesas enviadas son en primer lugar hacia la construcción de viviendas de materiales industrializados y en segundo termino a la adquisición de terrenos y la puesta en marcha de pequeños negocios como tiendas y servicios diversos. Una muestra tomada en San Andrés Huaxpaltepec, municipio pluriétnico con población indígena, mestiza y afro mestiza muestra que el 50% de las familias están recibiendo o han recibido en el pasado inmediato, recursos provenientes de la migración hacia los Estados Unidos, lo que las coloca en mejores condiciones de vida y con mayores posibilidades de emprender pequeños proyectos que permitan la reproducción familiar.

Publicado: 4/18/2006

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