Fricción interpuesta e identidad negra en la Costa de Oaxaca.

Francisco Ziga (1)

INI Jamiltepec

Red Regional por un Desarrollo Sustentable REDES.

Cuando preguntamos a cualquier gente que tenga alguna ligera idea sobre el modo de ser de la población negra de la Costa de Oaxaca, de inmediato aparecen imágenes como en un espejo que vuelve al pasado: los negros son flojos, displicentes, violentos, osados, temibles, pero también de gusto por el baile y el fandango. Son recurrentes las imágenes de un negro acostado en su hamaca “dándole vuelta a su puro”. Hay incluso un chiste costeño que a lo anterior adiciona que el hombre le urge a la mujer una inyección de contraveneno puesto que un alacrán –abundante en la zona- viene directo hacia él, aludiendo a su flojera hasta para moverse y evitar con ello el piquete ponzoñoso del animal. La mujer negra aparece en el mismo espejo destacando como objeto sexual además de su lenguaje grosero y directo.

Ahora bien, ¿dónde se hayan ancladas éstas formas de pensamiento? ¿qué significados encierran? ¿cómo se reproducen? ¿cómo lo está asumiendo actualmente la población negra? ¿cuáles son los elementos de constitución identitaria de éste grupo?, son algunas preguntas que nos formulamos en el presente ensayo y que no necesariamente pretendemos contestar; solo exponer algunas ideas y observaciones realizadas a lo largo de varios años de estancia en ésta región y de una mínima revisión bibliográfica, de por sí escasa.

La Costa es pasión que asfixia…

La Costa Chica de Oaxaca, que incluye tres distritos administrativos: Jamiltepec, Juquila y Pochutla, corresponde a una franja de entre 40 a 50 Km. de anchura y 250 de longitud aproximada donde existen condiciones fisiográficas de planicies costeras, lomeríos suaves, sierras y sabanas. Son espacios en que se han desarrollado diversos procesos productivos y de acumulación que han generado polarización social.

La región se ubica en el complejo montañoso denominado Sierra del Sur, correspondiendo una parte a la condición fisiográfica de planicie costera. Si avanzamos del mar hacia la sierra la primera formación encontrada son dunas costeras o acantilados; posteriormente se observa la condición de planicie costera en Jamiltepec y Juquila y lomerío suave en Pochutla; la condición inmediata corresponde a lomerío suave generalizado; pie de monte y finalmente sierra. Existe asimismo una porción de sabana en los límites con el Estado de Guerrero.

La región tiene un pasado compartido en término de las relaciones sociales En la época anterior a la conquista española existieron cuatro complejos culturales: el dominante señorío Mixteco de Tututepec, la cultura Chatina, los Zapotecas y los Nahuas de Pochutla, Tonameca y Huatulco. Estas culturas marcarían la historia hasta nuestros días.

El reino de Tututepec abarcaba toda la Costa de Oaxaca: “el límite era el Océano Pacífico, desde el Río Copalita un poco adelante del Puerto de Huatulco, en el oriente hasta Coahuitlán y límites con los Amuzgos de Guerrero. Por el poniente no llegaba mas al norte de Pinotepa de Don Luis, Yosocani y Chayuco… es probable que Ixtayutla quedara en la frontera. (Caso. 1992:146).

Los Chatinos ocuparon la planicie costera, entre Chacahua y Puerto Escondido, extendiéndose hasta la sierra, colindando hacia el norte con Sola de Vega. Desarrollaron un alianza con el reino de Tututepec, consolidándose una confederación regional (Rodríguez, et al 1989:113-114).

Los zapotecas de Tetiquipa, Coatlán, Cozualtepec y Loxicha habitaron la sierra y una porción muy pequeña de la costa entre Puerto Escondido y Tonameca. Algunos de éstos pueblos tenían que tributar doblemente: a sus caciques y a Tututepec. (Dahlgreen, 1990:185).

Finalmente el complejo Pochutla-Huatulco-Tonameca, menos estudiado que los anteriores, sea posiblemente de origen Tolteca (Gay 1986:28) ya que… “los toltecas, salidos de su patria después de tocar en California y algunos puertos de Jalisco, navegando en las aguas del Pacífico, llegaron a desembarcar en Huatulco. Otra hipótesis (Fernández 1988:147) propone influencia de la cultura maya. Lo cierto es que en las relaciones geográficas de 1580 (Del Paso y Troncoso, 1981:232-251) se establece claramente para los tres poblados: “Dizen que toda esta tierra fué de chichimeca y que la lengua que hablavan era la mexicana corrupta y disfrazada”. Respecto a su importancia poblacional es de mencionar de que ”…antes que los de Tututepec los sujetasen solían traer guerra con ellos y también con otros pueblos…” (Ibid. P. 235).

Las actividades de subsistencia lo constituían la agricultura y otras complementarias como la caza, manufactura, pesca o extracción de sal. (Rodríguez, et al.1986:127). El principal cultivo era el maíz asociado con frijol, calabaza y chile. También se cultivó el nopal, como sustrato para la explotación de la grana cochinilla, además del cacao, y el algodón. Estos tres productos se intercambiaban con otras regiones y funcionaban como objeto de tributo al interior del reinado de Tututepec. En cuanto a los instrumentos de trabajo solo hace mención de la coa (Ibid:127).

El sistema económico del reinado de Tututepec lo constituía el tributo, práctica que involucraba a toda la sociedad. Los macehuales o gente común tenían que tributar al cacique y éste a su vez tributaba al rey de Tututepec, quien a su vez, de haber sido conquistado por los mexicas, tributaba a Tenochtitlan (Ibid p.122). El tributo podía consistir en trabajo o en especie. Dalhgren (1990:181) sostiene que los caciques de los pueblos recibían de sus súbditos productos agrícolas mientras que aquellos tributaban sobre todo, artículos de lujo al rey de Tututepec.

La sociedad precortesiana del señorío de Tututepec estaba conformada por tres grandes grupos sociales: la nobleza, la gente común o comuneros y los esclavos.

Es decir que cuando los españoles bajaron a la Costa, se encontraron con sociedades sumamente complejas, diferenciadas y en tensión constante, pero articuladas política y económicamente por Tututepec. En su frenético deseo por el control del territorio, la gente y los recursos costeños, el español introdujo un nuevo actor: el negro, complejizando aún más las relaciones sociales.

El marfil negro

Los negros pisaron tierras del “nuevo mundo” casi a la par que los conquistadores. Pero los orígenes y los roles que les tocó jugar marcan diferencias sustantivas.

La población negra comenzó a llegar a la Costa Chica a mediados del siglo XVI en calidad de esclavos. Su llegada se atribuye a la escasez de fuerza de trabajo y a la explotación de los encomenderos. Las actividades a las que se dedicaban eran variadas, pero destacaban como capataces de los españoles con propiedades en la zona, como lugartenientes de los encomenderos, trapicheros en la industria del azúcar, pescadores en los cuerpos lagunares, arrieros -medio de transporte por excelencia- y principalmente como vaqueros de las estancias fundadas pasada la mitad del siglo XVI por ganaderos españoles. Esta última actividad les valió una relación francamente hostil con los indios, quienes siempre llevaron la peor parte, relación que persiste hasta ya entrado el siglo XX (Aguirre. 1985:52-59).

De hecho el tráfico de esclavos africanos formó parte de las iniquidades y del afán de dominio que los europeos trajeron consigo. Las enfermedades, que se tornaron en pestes, ayudaron a diezmar a la población indígena a favor de los conquistadores, pero el mismo abatimiento de la población afectaría la disponibilidad de fuerza de trabajo, tan necesaria para las actividades agrícolas y ganaderas. Esto obligó a los españoles a suplantar los brazos mixtecos por la fuerza de trabajo esclava. Con el pretexto de aliviar el trabajo de los indios el trafico esclavista incrementó sus cuotas. Este negocio fue compartido entre los españoles y los portugueses, quienes “vieron con complacencia moral éste hecho, en buena medida al sutil proceso por el que el africano se transformó en la mente europea del siglo XVI en el “negro”, un hombre que no solo era el único esclavo disponible sino que de hecho había nacido esclavo” (Bowser 1977:48). Así los españoles, que mantenían como propiedad el “Nuevo Mundo” se reservaron el derecho de extender las licencias para limitar numéricamente el tráfico, pero también para generar ingresos destinados a la Corona, ya que la flota marítima era controlada por los portugueses, quienes se encargaban del proceso operativo. Bowser (Ibid:53) menciona como la costa occidental de África estaba dividida en una serie de zonas o “contratos” para el cobro de impuestos para la Corona Portuguesa. Dichos contratos se daban en arriendo a particulares por un determinado número de años a cambio de una suma global, quienes a su vez hacían acuerdos con traficantes de esclavos deseosos de exportar africanos de sus regiones. El grueso procedía de la sección situada entre los ríos Níger y Senegal, conocido como Ríos de Guinea. Los españoles prefirieron esclavos de esa zona por su laboriosidad, alegría y adaptabilidad (p.62). Otra fuente de “marfil negro” eran los pueblos de las caletas de Benin y Biafra y los de zona del Congo y Angola (p.63).

La forma como eran obtenidos los esclavos en los primeros años del tráfico era mediante captura directa por la fuerza, pero posteriormente se utilizó el trueque con los jefes tribales. La esclavitud era común en la costa occidental africana, que se imponía a prisioneros de guerra y a los convictos de delitos como adulterio, asesinato y robo. Pero la demanda creciente de esclavos pronto estimuló los abusos de autoridad de los jefes tribales extendiendo la imposición de la esclavitud a delitos menores y se constituyó como un acicate para estimular las guerras intertribales con resultados inevitablemente destructivos (Bowser:70-71).

El transecto del viaje marino era en medio del mal trato, hacinamiento, enfermedades y escasa alimentación de una vez al día. La dieta: un plato de papilla de maíz o mijo y un poco de agua. En pequeños barcos se llegaban a transportar hasta 600 esclavos, cuyo índice de mortalidad en el cruce andaba por el 30% según algunas estimaciones (Ibid:77-78)

Una vez llegados los barcos a Veracruz, los negros eran arriados hasta la Ciudad de México, donde se daba el mayor mercado esclavista. Aguirre Beltrán (1985:63) afirma que los negros oaxaqueños provinieron de allá, pero sugiere que algunos debieron de haber sido introducidos por Acapulco.

Pero la misma osadía que siempre trató de utilizar el esclavista para su provecho, fue la causante de la rebeldía cimarrona. Se generó así un movimiento de resistencia constituida por los negros esclavos huidos de sus amos, formando agregados o palenques a lo largo de la costa. El caso mas sonado es el de los cimarrones de Huatulco. En 1579 el virrey Don Martín Enríquez trató de exterminarlos lanzando penas como la extirpación de genitales en caso de ser aprehendidos. Para 1591 el mismo virrey tenía conocimiento de que en Coyula desde 30 años atrás vivían negros cimarrones y que tenían siembras de maíz y algodón. En 1599 la misma autoridad ordena, al Alcalde Mayor de Huatulco, juntar un grupo de españoles e indígenas para su exterminio y quema de sus rancherías, casas y cementeras y entregar los cimarrones a sus amos. Este tipo de persecuciones fueron comunes durante toda la colonia; pero ello no logró vencer el deseo de libertad del negro (Aguirre 1985:52-60).

Soy el negro de la Costa…

La idea que nos hemos formado de la población negra tiene, como nos podemos dar cuenta, anclados sus orígenes desde los primeros años de la conquista. Un paso importante dentro del proceso de dominación y de asignación de roles, fue la transformación del esclavo africano, en “negro”, como lo ha mencionado Bowser. Las implicaciones de ésta ideología racista y su reproducción tienen que ver con las necesidades de la dominación para asegurar la supremacía española en el control de hombres y recursos. Esto se reproduce como una cuestión “normal” y lo podemos constatar en las ideas que plasmaron los historiadores y quienes dejaron testimonio escrito de los hechos ocurridos en los grandes movimientos de la Independencia y la Revolución. Echemos una ojeada en ese sentido.

El estallido del movimiento de independencia creó inquietud en la capital, villas y pueblos de Oaxaca, aunque la Costa Chica desde el principio de la revuelta se había manifestado adicta al gobierno establecido (Gay 1986:447). En noviembre de 1811, Antonio Valdés, vecino de Tataltepec proclamó la independencia, dando muerte a don Juan Manuel Egusqueira y otros 10 españoles. Posteriormente se le unieron indígenas de Jamiltepec, Huazolotitlán, Pinotepa del Rey (Nacional) y Pinotepa de Don Luis, llegando a juntar un ejército de 800 hombres (Ibid:488). Primeramente Valdés tomó Tututepec, fortificando el cerro de Chacahua, de donde partió a Huazolotitlán con el fin de tomar Jamiltepec. En Huazolotitlán, en el paraje Horno de Cal, el 12 de noviembre se dio un enfrentamiento con las tropas realistas de Juan Antonio Caldelas que reclutó a gente morena de la zona y apoyado por fuerzas organizadas por curas de Jamiltepec y Tututepec. Finalmente Valdés fue abatido por Caldelas en Chacahua el 19 del mismo mes. Ibid:159).

Aún con la derrota de Valdés el movimiento de criollos, pero fundamentalmente conformado por indígenas se mantuvo vivo gracias a la intervención de Vicente Guerrero, derrotando al ejército realista en varias ocasiones cerca de Jamiltepec. (Ibid: 159).

Por lo que podemos ver, el movimiento independentista adquiere tintes de guerra de castas: indios y mestizos inconformes contra españoles curas y soldados negros.

Después de lograda la independencia de España, los criollos y curas siguieron manteniendo las mismas porciones de poder. En 1855 se declararon abiertamente contra el gobierno liberal. En 1857 un grupo de conservadores de la Costa se levantaron en armas contra el Gobernador Benito Juárez. Los levantados reunieron 600 hombres, en su mayoría negros desde los llanos de Tututepec, de Chacahua, de la Cuadrilla al sur de Huazolotitlán y Pinotepa del Estado, dirigidos por el cura de Tututepec, Don Florentino Velasco. Contra él Juárez envió al Coronel Tiburcio Montiel y a los capitanes Joaquín Ortíz y Porfirio Díaz.

Con el imperio de Maximiliano, el general Juan Arteaga trataba en la Costa de organizar un batallón de negros para tomar Jamiltepec y Pinotepa. Al enterarse Porfirio Díaz tomó Pinotepa y el 20 de marzo de 1866 capturó Jamiltepec, reorganizando el gobierno republicano en todo el Distrito. (Ibid:168).

La independencia en nada modificó el problema inconmensurable de la tenencia de la tierra acaparada en unas cuantas manos. (Aguirre 1985:48). Los españoles siguieron siendo posesionarios de inmensas extensiones de tierra a costa de los indígenas expropiados. Esto daría pié a el levantamiento armado indígena de 1913, solo que aquí se viene abajo la idea del papel del negro como un grupo al servicio exclusivo de los rancheros y terratenientes. La alianza de comunidades que conformaron el bloque zapatista fue conformada tanto por indígenas como por los “bandidos de Poza Verde”, lo que hoy es Morelos, en el municipio de Santa María Huazolotitlán, como por los “bandidos de La Bocana”, en el actual municipio de Tapextla.

El campesinado, según Chassen y Martínez (1993:55) en Jamiltepec se componían principalmente de indígenas mixtecos. La población indígena continuó en posesión de tierras individual y comunalmente, pero con la privatización de las tierras comunales muchos fueron reducidos a medieros y otros fueron reducidos a peones. Los afroamericanos por su parte no eran dueños de la tierra pero poseían ganado y sembraban maíz, algodón, tabaco y algunas frutas, probablemente como medieros. La burguesía media (clase media para Chassen y Martínez) la conformaban los rancheros y comerciantes. Esta situación orilló a los indígenas a levantarse en armas, en un episodio singular, de intentos de restauración del reinado mixteco.

Ruiz Cervantes (1988:360-62) menciona que el levantamiento fue secundado en Jamiltepec, cuando Ramón Cruz se levanta en armas en la Cabecera Municipal.

Con la restitución del poder a los rancheros de Pinotepa y la desbandada de los indígenas, Juan José Baños se constituyó en el representante de Madero y posteriormente se anexo al carrancismo. Los indígenas por su parte, abrazaron la causa zapatista, que reivindicaba sus derechos sobre la tierra.

Chassen y Martínez (1993:56) sostienen que la movilización indígena desenmascaró los conflictos sociales y económicos en el área. La situación se agravó con la intromisión del componente étnico-racial, revestidos como estaban del lenguaje del sistema colonial de castas. Los indígenas de Pinotepa comprendían la relación entre raza y clase social cuando hablaban de ricos y pobres y de “gente indígena” y “gente de razón”. Los rancheros evitaron nomenclaturas económicas y equiparaban la palabra “indios” con “mentirosos, bandidos y animales” y aún “carnívoros-salvajes” términos aplicados por los que razonan, al comportamiento irracional, “animal”.

Un aspecto interesante de la rebelión es el intento de los indígenas de establecer un imperio mixteco, lo que lo caracteriza como un movimiento nativista o de restauración del pasado. Este fenómeno no es posible comprenderlo cabalmente en términos estrictamente de clase, sin considerar el componente étnico (Ibid. P.31).

Ahora bien ¿qué conclusiones podemos advertir en éste proceso de relación?

Primero, que se tiene que reconocer que durante toda la Colonia hay un deseo de libertad del esclavo negro y que se traduce en la existencia del palenque de Coyula, es decir que el hombre arrebatado del África y sometido a más denigrante condición, no le fue permitido un proceso de reconstitución, que aún con todas las limitaciones, trató, hasta donde pudo, de liberarse buscando el monte; segundo, que la mayor ruptura de los roles impuestos se dio en el proceso revolucionario de 1911, a través de una alianza entre comunidades negras con los pueblos mixtecos en torno al movimiento zapatista. Los negros, que a diferencia de muchos indígenas, no tenían tierras, se posicionaron en forma dual en el conflicto, pues los hubo zapatistas como carrancistas. Al respecto Darío Atristain (1964:9-10) nos dice “…se ha notado en la formación de la brigada ‘Plan de Guadalupe’ que la oficialidad, en su casi totalidad, la ha dado la raza blanca, que es ilustrada; la indígena ha dado muy poco contingente, en razón del amor que sienten por sus sembradíos y ser de índole pacífica; y la mayor parte de la tropa la ha dado la raza negra, tanto por su carácter belicoso y el gusto por la portación de armas, cuanto porque cuando las cosechas se pierden, no tienen ya que cuidar, y de soldados están en su elemento y tienen asegurada la subsistencia. Ellos, de por sí, son nómadas que constantemente cambian de residencia de uno a otro pueblo o ranchería de los de su misma raza”. Pero Atristaín –que pertenecía a la ‘raza blanca, ilustrada’- olvida llamar negros a los “bandidos de poza Verde” y los de “La Bocana”, que tenían seguramente, una vida más independiente puesto que vivían en la periferia del enclave de Pinotepa. Los negros comprometidos a fuerza con los carrancistas, eran los vaqueros o acasillados de las plantas desmotadoras de algodón o de plano los medieros que se encontraban en una mayor sujeción.

Con el reparto agrario las tierras de los rancheros y terratenientes fueron afectadas y la población negra, que había vivido en las planicies y sabanas y trabajado dichas tierras, fue beneficiada, pues la calidad de los suelos de aluvión de la planicie tiene ventajas con respecto a los lomeríos que fueron recuperados por los Mixtecos.

La invención del grupo negro : algunos elementos de su identidad para el desarrollo.

En las circunstancias arriba descritas, el grupo negro no puede, a diferencia de los indígenas que tienen un punto en común de donde anclarse, aludir a un pasado africano en un proceso de reconstitución, pues su condición de esclavo implicó su desarticulación completa. El proceso de segregación racial obligaría, por que no quedaba otro camino, a una autoinvención: el ser “negro con orgullo”.

Actualmente la población negra habita en los municipios de Santiago Tapextla, Santo Domingo Armenta, San José Estancia Grande, Santa María Cortijos, Santiago Llano Grande, Mártires de Tacubaya, Pinotepa Nacional, Santa María Huazolotitlán y San Juan Bautista Lo de Soto en alrededor de 26 comunidades que podrían ascender a unos 30 mil habitantes.

Bartolomé y Barabas (1989:25) sostienen que la etnicidad negra está fincada en “… la vigencia de una red de relaciones conectivas que lo articulan de manera informal pero inequívocamente estructurada” esta es la razón por la que éstos autores afirman que los negros de la Costa constituyen una etnia. “esta propuesta no se basa en la existencia de una cultura específica, sino en la vigencia de una red social (social network) que permite caracterizarlos en términos organizativos, siguiendo las conocidas formulaciones de F.Barth, que asimismo enfatizan la autoadscripción y adscripción por otros. La etnicidad negra no encuentra entonces su fundamento en la posesión de una lengua y una cultura alternas, sino en una singularidad organizativa y en el centenario mantenimiento de fronteras de interacción respecto a la población circundante, de la cual se encuentra racialmente diferenciada; es decir que el elemento contrastante de la identidad étnica es en éste caso dominante”.

Sin embargo es posible identificar muchos rasgos culturales propios como por ejemplo pautas de comportamiento individual y colectivo distintas de los indígenas y mestizos o por ejemplo la existencia de las danzas de Los Diablos, La tortuga y el Toro de Petate y los Sones de Artesa.

Danza del Toro de petate se baila en las comunidades de Río Viejo, La Boquilla de Chicometepec, Corralero y Collantes.

Los trajes utilizados son pantaloncillos hasta la altura de la rodilla y camisa de colores brillantes de tela satinada. Detrás de la camisa cuelgan escarchas brillantes de colores que le dan vida al conjunto del vestido. El jefe de los caporales utiliza una binza (látigo de cuero de res) , chaparreras y sombrero. También lleva una cuerda que en ocasiones utiliza para intentar lazar al toro. El resto de los danzantes, los caporales, portan un listón cruzado sobre el pecho con un moño en el cruce. Los sombreros son adornados con un lienzo brillante y se le ponen cuatro espejos y un machete ficticio colgando sobre el hombro derecho.

Don Pancho lleva una máscara y María Domínguez (la minga) también. Esta viste falda larga y blusa de colores llamativos, llevando una muñeca envuelta en un rebozo, la que representa a su hija.

Los arreglos de los sones se adecuan a la relaciones, las cuales están compuestas en forma de versos. La música que acompaña puede ser de viento (trompetas y saxofones o una armónica) y un tambor que marca el ritmo. Cuando los caporales enfrentan al toro, retumba solo, añadiendo suspensos e interés a la danza. (IOC 1994:17).

Danza de La Tortuga presenta variantes respecto a la forma en que se ejecuta en la zona indígena. En el caso de los afromestizos, la danza hace participar al público a través de un coqueteo exagerado de “La Minga” y los danzantes van formados en dos hileras y la tortuga gira alrededor, mientras que los indígenas bailan en redondo, en torno a la tortuga. Entre los morenos la danza se realiza de una forma mas frenética y a menudo se improvisan pasos, para después retomar los originales (Ziga 2000:29).

La Danza de Los Diablos actualmente se baila en algunas comunidades negras como El Azufre, Cacalotepec, José María Morelos, La Boquilla de Chicometepec, Rancho Viejo, Collantes y Lo de Soto, aunque en años pasados se bailó en otras que la han perdido.

La danza es un ritual dedicado al espíritu del dios negro Ruja, a quien honraban y pedían ayuda para liberarse de sus duras condiciones de trabajo, es por eso que al inicio de la danza se le invoca con respeto y reverencia. Este concepto de adoración a Ruja se trasladó por la veneración de los muertos, bailándose el 1 y 2 de noviembre (IOC 1994:22-23).

En Collantes la danza se interpreta por 16 a 20 danzantes, el jefe de estos y la minga, todo danzantes masculinos. Los diablos van vestidos con ropas gastadas y rotas, en su mayoría de color café con flecos en los bordes. Usan paliacates de color rojo en varias partes del cuerpo y una mascara de cuero, cornamenta y pelo de cola de caballo a manera de barba y bigote. La música utilizada es una armónica, una quijada de res y un teconte, que es una especie de tambor con el que producen sonidos rítmicos por fricción de una vara larga sobre la piel de tambor (membranófono de fricción). Este también es llamado “arcusa”, cuyo cuero debe ser de perro “para que suene”.

Los Diablos de Lo de Soto no utilizan el personaje de “La Minga”, sino que bailan en hileras comandados por “El diablón” . La máscara lleva muchas mas crines que en Collantes, y llevan además unas orejas enormes pintadas de blanco y negro. Van ataviados con capas de colores opacos para dar un espectáculo mas impresionante.

La música se acompaña por una trompeta y un tambor. Éste a veces participa solo, para dar una ambientación de misticismo y misterio. “El diablon” toca también , percutiendo con el puño, una mandíbula de burro o res. En los momentos mas álgidos, golpetea la mandíbula sobre el suelo, señalando el clímax de la danza (Ziga 2000:30)

El Baile de los Sones de artesa se han considerado como pertenecientes al género de las chilenas. La artesa es un tronco grande de una sola pieza, similar a una canoa colocada en forma invertida sobre unos palos, de tal manera que se encuentre levantada a unos centímetros del suelo; sobre la artesa bailan las parejas, de una en una, mientras las demás esperan su turno a un lado de la misma.

El zapateado se acompaña con música de violín, guitarra y un cajón; el zapateado y la música forman una unidad, la cual se logra gracias a la resonancia que produce la artesa. (IOC. P. 38-39). ¿Qué relación puede tener el baile sobre una canoa invertida con los barcos negreros que trajeron a los esclavos africanos? se ha preguntado el Pbro. Glyn Yemmont Nelson en algún Encuentro pasado. Yo me pregunto ahora: ¿acaso toda la destrucción cultural se celebra con un sentimiento completamente contrario a los sufrimientos impuestos?

En los sones de artesa en Collantes se acompañaba con el teconte o arcusa , arriba descrito, aunque actualmente ya no es así.

A partir de 1997, a instancias de grupos culturales y religiosos se vienen realizando los Encuentros de Pueblos Negros de Guerrero y Oaxaca, organizados por la Asociación Civil México Negro con la finalidad de “revalorar los elementos de la identidad que permiten iluminar, unificar y fortalecer el proceso de desarrollo de los pueblos negros de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, a partir del acercamiento progresivo y organizado entre ellos”. Los ejes articuladores del tercer encuentro de 1999 han sido: 1)Balance entre la identidad histórica y la actualidad; 2)Conocimiento/información/palabra y visión del futuro; 3)Unidad organizada vs. división y separativismo, y 4)Lo externo local/extranjero y lo propio. Los términos principales pasan por el camino que vá de la Identidad a la Unidad y de la Unidad al Desarrollo. En ese tenor, los temas que se han abordado son: nuestra tierra y lo que nos da; lo que heredamos del pasado; pariente-pariente; nuestro arte y el pueblo que queremos.

Por otra parte es importante reconocer el papel que han desempeñado los Encuentros Regionales de Música y Danza Indígena y Negra en José María Morelos, municipio de Santa María Huazolotitlán, donde confluyen las expresiones propias de toda la región cultural y que en los últimos años se ha trascendido hacia el abordaje de temas educativos y de interés de la población negra de Morelos, la “Poza Verde” de los bandidos de Atristain.

La negación de la culturas tanto indígenas como negras, constituye un largo episodio triste, de pensar a los otros como seres inferiores, pero la resistencia desesperada ha obligado a retomar formas de asociación como las “brosas” o los grupos de hombres que aún perviven en los Diablos. Bety Morales lo planteó en el último Encuentro celebrado en José María Morelos: “…eso se encuentra no solamente aquí, dondequiera que hay africanos hay estas asociaciones fuertes de hombres, donde son alianzas para rezarle a los antepasados, para agradecerle a los antepasados su fuerza, pero también esa misma fuerza para organizarla contra el enemigo que los quiera destruir”.

Los actuales procesos de invención o reinvención de la etnia negra van pasando por esos senderos, y en el camino se van descubriendo nuevas aspiraciones.

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[1] En: COLOQUIO SOBRE DISCRIMINACIÓN. Instituto Nacional Indigenista- Centro de Información y Documentación de los Pueblos de Oaxaca. Enero 2003. 48 pp.

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FRICCION INTERPUESTA E IDENTIDAD NEGRA EN LA COSTA DE OAXACA. by José Francisco Ziga Gabriel 2023, is licensed under a Creative Commons Atribución-Compartir Igual. 4.0 Internacional.

Acerca de zigga

Hacktivista ambiental. Estudios sobre realidades en Afroindoamérica.
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