Francisco ZIGA.
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Uno de los múltiples problemas que atañen al la agricultura de la Costa de Oaxaca es la degradación de los suelos tanto por prácticas agrícolas como ganaderas. Desde hace ya varias décadas ha dejado de ser funcional la recuperación natural de los suelos a partir de la agricultura trashumante de la Roza-Tumba-Quema debido al incremento de la presión poblacional sobre los recursos costeros; la agricultura comercial ha puesto una parte importante en el proceso erosivo en cuanto que se han utilizado tecnologías depredadoras como la fertilización química y la parafernalia de agrotóxicos en el combate de plagas y enfermedades; la ganadería no se queda atrás, al utilizar herbicidas para control de las mal llamadas “malezas” de hoja ancha, con los mismos ingredientes activos utilizados como defoliantes por el gobierno estadounidense en la guerra contra Vietnam y que después desataría mutaciones en los fetos humanos. La ganadería en su afán conquistador va ampliando la frontera agropecuaria. Un estudio reciente (Cisneros, 2007) indica que en una muestra representativa de productores ganaderos, el 54.4% ha eliminado árboles de sus terrenos durante los tres últimos años, de ellos poco más de la mitad para establecer praderas y cultivos. Esto genera una serie de problemas con la Selva Seca propia de nuestra región, pues al tratarse de ecosistemas sumamente frágiles, se expone a la pérdida de biodiversidad, erosión de suelos, disminución de la retención de agua por la escasez de materia orgánica, y reducción de la producción bacteriana vegetal a la cual se han atribuido las lluvias al actuar como un importante agente aglutinante que posibilita la condensación del vapor de agua de las nubes. Es decir que estamos ante un panorama poco propicio para la conservación de las formas vivientes de nuestro entorno, ante un riesgo ecológico grave que amenaza ya no el futuro, sino el presente de nuestras sociedades.
Dichos conjuntos de amenazas que penden sobre el presente tienen que afrontarse de manera inteligente, colectivamente y echando a andar los recursos de conocimientos de las culturas locales indígenas, campesinas, así como las tecnologías apropiadas tanto al medio natural como reapropiadas por los actores de la región.
Para el caso de la restitución de los nutrientes extraídos del suelo por las plantas cultivadas para la producción de cosechas, se han probado ya con éxito varias propuestas tecnológicas basadas no a contracorriente de los procesos naturales, sino en aprovechar el conocimiento que se tiene de ellos para favorecer la reproducción de los ciclos naturales de fertilización: hablo de los abonos verdes y de los fertilizantes biológicos.
Los abonos verdes son leguminosas (plantas que tienen como fruto una vaina como el caso del frijol) que desarrollan en sus raíces unos nódulos o pequeñas bolitas en cuyo interior existen bacterias que fijan en el suelo el nitrógeno atmosférico y que es el nutriente más importante para el crecimiento de las plantas. Varias leguminosas han sido ya evaluadas por investigadores locales. El Centro de Apoyo para la Transferencia de Tecnologías Apropiadas CATA ubicado en La Catalina Tlacamama reporta que el frijol nescafé (Mucuna) o pica-pica manso aporta entre 100 y 150 kilos de nitrógeno por hectárea. Ecosta Yutu Cuii (2007), de Santa Rosa de Lima Tututepec reporta que reduce a la mitad la pérdida de agua en el suelo y mucho muy drásticamente la erosión, al reducirla de 1,657 kilos por hectárea en suelos desnudos a solo 42 en suelos protegidos con frijol nescafé. Esta planta maravillosa, al igual que otras leguminosas son tesoros culturales y naturales completamente a la mano de todo quien desee acceder a ellas.
Los biofertilizantes son productos elaborados a partir de colonias de microorganismos como bacterias y hongos y que se adhieren a las raíces de las plantas, colocándose desde el momento de la siembra adherida a la semilla. Los microorganismos se asocian con las plantas, proporcionándose mutuamente el alimento en una relación de ayuda mutua llamada simbiosis. Algunas empresas como ASIA (2006) reporta un incremento del 25 % de los rendimientos de los cultivos y una reducción de por lo menos el 50% en los costos de fertilización. La gran ventaja que tienen estos productos es que no contaminan el suelo, sino se constituyen como aportes que enriquecen la vida del mismo. Afortunadamente en el Instituto Tecnológico de Oaxaca se pueden adquirir ya varios de estos productos biológicos a precios accesibles a los productores de escasos recursos.
La agricultura convencional, depredadora e insostenible, considera al suelo únicamente como un sustrato. La agricultura deseable, por fortuna ya asomada en los productores orgánicos, debe considerar al suelo en sus tres dimensiones: física, química y biológica, generadora de alimentos.
La agricultura de agroquímicos nos ata a las grandes cadenas multinacionales y los gobiernos del llamado “primer mundo” utilizan los alimentos como armas estratégicas y de control. Voltear a lo nuestro nos amarra a nuestra tierra favoreciendo nuestra soberanía como nación y activando lo mejor de lo nuestro que son nuestras culturas y diversidades.
6/04/2008
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