J. Francisco ZIGA GABRIEL, Ing. (1)
CDI- Jamiltepec, Oaxaca.
Buenos días.
Con el permiso de las autoridades municipales, con el permiso de los distinguidos señores Tatamandones, de los amigos aquí presentes, señoras y señores.
En esta breve intervención quiero hacer un comentario en el marco de la presentación del libro “Pinotepa de Don Luis. Costumbres y tradiciones” del Profesor Antonio Hernández Montaño.
En los tiempos recientes hemos visto florecer algunas inquietudes de cronistas e historiadores locales que, preocupados por la preservación de la memoria, las tradiciones y las costumbres, se han dado a la tarea de sistematizar sus observaciones, entrevistas o conocimientos generales de sus comunidades, para plasmarlas en documentos que puedan ser útiles para fines educativos, didácticos o de desarrollo cultural. “Pinotepa de Don Luis. Costumbres y tradiciones” del Profesor Antonio Hernández Montaño, forma parte de estos esfuerzos, los cuales, se pueden percibir como un movimiento cultural, como un cambio paulatino, gradual, que a veces no se nota, pero que va permeando poco a poco el campo cultural en nuestra región, a la manera de una ola invisible.
Las tensiones existentes en las relaciones sociales regionales y comunitarias, exigen que comprendamos sus naturalezas, que tratemos de entender del por que se generan los conflictos entre diferentes grupos sociales diferenciados desde la vertiente económica, social, de género o culturalmente, de manera que, desde nuestros ámbitos de acción podamos construir una sociedad regional equilibrada en términos de la distribución de los bienes materiales o del acceso a los recursos que generan bienestar, pero también fincada en el respeto hacia las diferencias culturales.
Si nos pensamos como región desde lo que se ha dado en llamar la Mixteca de la Costa, un vistazo “a vuelo de buen cubero”, nos arroja una diversidad cultural desprendida de la interacción de tres formaciones culturales como son el grupo Mixteco, los Afromestizos y los Mestizos, en ámbitos territoriales diferenciados, con una serie de habitus culturales a manera de patrones de comportamientos, por donde discurren una serie de símbolos y significados. Lo anterior no equivale a pensar sociedades homogéneas, sino por el contrario, como complejos fuertemente interconectados y articulados por el poder. Esta situación arroja una serie de relaciones en la mayoría de las veces desventajosa para los grupos sociales posicionados de manera desfavorable en la región económica, que se traduce en pobreza material o discriminación racial o étnica.
Si en el terreno de las relaciones económicas los cambios se desarrollan a veces demasiado lentos porque los sistemas regionales se hacen de sobra rígidos o porque las grandes decisiones de política económica están fuera del alcance inmediato de los actores locales, el campo cultural, en cuanto puede concebirse demasiado expandido, pues como dice Juan Bañuelos “la cultura es el modo de ser total de un pueblo”, es posible que éste pueda “empujar” a otros ámbitos, para mejorar las condiciones de existencia de los pueblos y sus pobladores. Esto tendría que ver con la puesta en marcha de las “políticas de la diferencia”, aterrizados en un ámbito local. Y es que si en el nivel regional estamos frente a sistemas fuertemente estratificados, los ámbitos locales guardan su debida proporción. Aquí es donde entran los esfuerzos de los escritores locales para comprender los sistemas comunitarios de diferencias, en tanto configuraciones sociales que posibilitan la distinción entre personas y grupos. Al entender los dichos sistemas, como “surgen” en la práctica social y se reproducen a través de la tradición, estamos en un punto donde es posible que, al reconocer la diferencia cultural, los complejos y los rasgos culturales, las manifestaciones, lo que se oculta a primera vista, los diversos “suelos”, espacios o ramas en que se pueden dividir las culturas, estamos ante el primer paso para acceder al reconocimiento del otro a través del conocimiento de las manifestaciones culturales. Muchas de las formas de discriminación están basadas en el desconocimiento del otro, en no conceder espacio para entender los comportamientos diferentes, en la intolerancia resultante de la ignorancia del modo de ser de nuestros semejantes.
Aquí es donde encaja de manera importante el esfuerzo del Profesor Montaño cristalizado en este libro que hoy comentamos. Se podría decir que es una antología de vivencias o convivencias durante tres décadas en nuestra región cultural y en nuestra comunidad de Pinotepa de Don Luis. Porque ¿quien no se siente naranjero al conocer sus costumbres y tradiciones?: sus danzas, sus manifestaciones musicales, su arte textil y del grabado, su tradición oral, tan llena de misterios insondables, todas estas que manifiestan una visión particular del mundo, del cual el resto de la sociedad tiene mucho que aprender. Montaño nos cuenta en cada uno de los ocho temas que incluye el libro, “el modo de ser total” de Pinotepa de Don Luis. Aunque el mismo autor reconoce las limitaciones que implican hablar en un libro, de todo lo que es una comunidad, existe en este libro un balance acerca de todo lo que se debe decir sobre una comunidad; máxime que, como se indica en alguna parte, la comunidad se distingue por su preeminencia de costumbres antiquísimas y que hasta ahora no existía un libro que, a la manera del que tenemos en nuestras manos, nos habla de ese “modo de ser total”.
Yo espero que la lectura de este libro nos ayude a ser mejores, a valorar lo que tenemos a la mano, sin esperar ser mejores con lo extraño y vacío, lo que muchas veces nos viene de afuera con la promesa del progreso y que al final resulta en desventuras para nuestros pueblos como es el caso del consumismo, las drogas, la incomprensión, las frivolidades, la violencia. Espero también que esto se constituya como una motivación para que los habitantes de Pinotepa de Don Luis, y en general la gente de nuestros pueblos, sigan la huella del Profesor Montaño y se animen a escribir nuestras historias, alejándonos de aquella idea absurda y discriminante de que somos “pueblos sin historia”, y reafirmándonos como lo que somos: pueblos que, a pesar de nuestros problemas múltiples, ostentamos un capital cultural que debemos valorar como nuestra gran fortaleza.
Invito a todos a incursionar en su lectura .
Muchas gracias.
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